sábado, 20 de abril de 2024

Va con vosotros

 


El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.

No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.

El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.

Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.

Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.

Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta… aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».

Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades…, corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?

José Antonio Pagola



sábado, 6 de abril de 2024

La fuerza del amor y la alegría


La gloria de Dios amanece sobre el mundo. Hasta los confines de la tierra llega el anuncio Pascual: Paz a vosotros. Aleluya, soy Yo en persona, no tengáis miedo, aleluya. ¿Quién podrá arrebatarnos el gozo de la Pascua? Cristo salió victorioso del sepulcro y en Él todo fuimos justificados y salvados. Hemos muerto con Cristo y creemos que también viviremos con Él. 

Pascua sagrada, eterna novedad, el mundo renovado canta un himno a su Señor. Es el himno de la vida, el himno de los bautizados en su sangre preciosa; los sumergidos en el agua y resurgidos a un nuevo orden donde se proclamará la paz, el amor y la justicia. Poco importa que el orden del mundo parezca que no cambia en los valores del amor, de la paz y de la justicia, tenemos que aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Él es el que puede desencadenar el cambio en el horizonte, la esperanza de la comunidad no se agota porque parezca que no hay frutos de justicia. El resucitado es nuestra liberación y nuestra fuerza. Él nos da fuerza para crear un nuevo clima de paz y serenidad que tanto necesita nuestro mundo. Por eso tenemos que acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Y, así es como nuestro canto será hoy como la noche de fiesta en que reina la alegría, como si marchásemos al son de gaitas y panderos a celebrar la Fiesta de las fiestas: La Santa Pascua de Cristo el Señor. 

En la resurrección de Cristo sabemos y comprendemos desde la fe que nuestro Dios es el Dios de la vida, de la alegría, de la paz inalterable, de la luz que vence las tinieblas, porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Los hombres podrán destruir la vida de mil maneras, pero, si Dios resucitó a Jesús, esto significa que solo quiere la vida para sus hijos. No estamos solos ni perdidos en la muerte. Podemos contar con un Padre que, por encima de todo, incluso por encima de la muerte, nos quiere ver llenos de vida. Ahora solo hay una manera cristiana de vivir, y se resume así: Poner vida donde otros ponen muerte. 

Dios en Jesús está con el fruto de su amor, que somo nosotros, nos acompaña en el camino de la vida, pero no lo hace desde fuera, ni desde arriba, lo hace desde dentro de nosotros y dentro de la historia porque no podemos aislarnos, nos quiere sumergidos en el mundo como la levadura que hace que fermente y florezca toda la bondad que se esconde en el corazón de todo ser humano. Las fuerzas del mal siguen luchando contra los hermanos del Resucitado, la muerte y el pecado quieren recuperar su trono de soberanía en el corazón de las personas, pero ya no tienen poder porque Cristo está en nuestro interior con la fuerza de su amor y nos llena de su luz y de su fuerza recordando sus palabras: No tengáis miedo, yo he vencido al mundo.


                                                                                                                        Blog Monasterio de Santa María de Sobrado


domingo, 31 de marzo de 2024

Jesús ha resucitado, ¡Aleluya!

 El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.





Cuando la luz familiar se va difuminando ante la inesperada aparición de la noche, la oscuridad nos parece abrumadoramente espesa. Llegamos a creer que en la noche hay ausencia total de luz. En el tiempo de transición de la claridad a la oscuridad, todas las cosas carecen de realidad y confunden sus formas.

Entonces la mirada busca instintivamente el cielo. Llevamos incrustada hasta la médula, la relación entre luz y cielo. Pero hay veces en que el cielo está nublado. Y cuando el cielo está nublado, todo se ve más oscuro. Nuestros ojos rastrean el cielo buscando al menos el borroso contorno de los objetos familiares como punto de referencia. En esa búsqueda de las cosas con el cielo como trasfondo, poco a poco nuestras pupilas se van dilatando. Se va despertando esa capacidad adormecida de percibir la gran luminosidad difusa en toda noche. Repentinamente nos sorprendemos del aumento de claridad. Lo único que ha sucedido, es que ha aumentado nuestra capacidad de percibirla. Y con ello las cosas van recuperando su realidad peculiar, y nosotros la alegría y la libertad de orientarnos en medio de ellas.

Al avanzar hasta el amanecer, junto al dilatarse de nuestras pupilas, el horizonte crece también en luminosidad, participamos de la alegría profunda de sentir en la mañana cómo crece la claridad a nuestro alrededor y nos sentimos llenos de gratitud.

Jesús Resucitado, quisiéramos que permanecieras junto a nosotros, noche adentro, en este tiempo de expansión de las pupilas de nuestro corazón. Quisiéramos caminar unidos junto a tí hacia la alegría del amanecer, hacia esa Luz que devuelve su verdad a cada cosa y a cada hombre la alegría de vivir, al sentir nuestras manos enlazadas en la vida y en el amor.

Mientras se dilatan nuestras pupilas, alúmbranos, Señor Resucitado, para que podamos seguir creyendo en la vida. Permanece a nuestro lado para que el cirio encendido en nuestro interior, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse. Que nunca olvidemos lo que decía aquel sabio proverbio árabe: si gastas tu noche llorando la puesta del sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.

El Lucero que no conoce el ocaso brille sereno para el linaje humano, y goce el Universo inundado de tanta claridad, por los siglos de los siglos. ¡¡¡ALELUYA!!!

Blog Monasterio de Santa María de Sobrado

miércoles, 20 de marzo de 2024

Semana Santa 2024

  


Domingo de Ramos

     - Misa y bendición de los ramos: 11, 12 y 13 h.


Jueves Santo

     - Celebración de la Cena del Señor: 18 h.

         - Hora Santa: 22 h.


Viernes  Santo:

          - Pasión del Señor: 17 h.

    

Vigilia Pascual:

     - Sábado:  20 h.



viernes, 16 de febrero de 2024

Estamos en Cuaresma

Cuaresma: detenerse ante el hermano herido

La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que mediante la oración, la limosna y el ayuno nos preparamos para la celebración de la Pascua. Es tiempo de escucha de la Palabra de Dios, de espera y esperanza. De actuar y detenerse. Un tiempo de conversión.

Así, en este tiempo de conversión, el papa Francisco en su exhortación para este tiempo de Cuaresma subraya que es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerseDetenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido

Mensaje del Papa  A través del desierto Dios nos guía a la libertad