domingo, 24 de diciembre de 2023

Es Navidad

 



Hace muchos siglos, Dios miró al mundo,
y sus entrañas se conmovieron,
   al ver al hermano enfrentado con el hermano,
   al ver el dolor del inocente injustamente golpeado,
   al ver los muros que se levantaban entre personas…
   al escuchar los lamentos, las plegarias, las llamadas
   de quienes se preguntaban: “¿Por qué?”,

 y le preguntaban: “¿Dónde estás?”

Y Dios quiso dar respuesta a las preguntas,
   y Dios quiso dar alivio a las heridas
       y quiso dar horizonte a las historias
           derribar los muros
                y devolver a las gentes una humanidad perdida.

y quiso acariciarnos con sus manos,
y hablarnos con su misma Palabra,
amarnos con un corazón de carne,
hacerse uno de nosotros, para abrazarnos en Él.

Y lo hizo.
   en Belén de Judá,
   a las afueras del pueblo,
   porque no tenían sitio en la posada,
   de María Virgen, esposa de José,
   nació Jesús,
   y sus padres lo envolvieron entre pañales
   y lo acostaron en un pesebre

El es palabra que susurra nuestro nombre,
canto de Dios que puebla nuestro silencio,
brillo que enciende las noches
justicia que repara lo injusto.
con verdad eterna.

Y hoy celebramos su presencia
   Dios-con-nosotros
       Dios bueno,
           Dios nuestro…

                                                                                      José María Rodríguez Olaizola








viernes, 1 de diciembre de 2023

Adviento


 

No siempre es la desesperación la que destruye en nosotros la esperanza y el deseo de seguir caminando día a día llenos de vida. Al contrario, se podría decir que la esperanza se va diluyendo en nosotros casi siempre de manera silenciosa y apenas perceptible. 

Tal vez sin darnos cuenta, nuestra vida va perdiendo color e intensidad. Poco a poco parece que todo empieza a ser pesado y aburrido. Vamos haciendo más o menos lo que tenemos que hacer, pero la vida no nos «llena». 

Un día comprobamos que la verdadera alegría ha ido desapareciendo de nuestro corazón. Ya no somos capaces de saborear lo bueno, lo bello y grande que hay en la existencia. Poco a poco todo se nos ha ido complicando. 

Quizá ya no esperamos gran cosa de la vida ni de nadie. Ya no creemos ni siquiera en nosotros mismos. Todo nos parece inútil y sin apenas sentido. La amargura y el mal humor se apoderan de nosotros cada vez con más facilidad. 

Ya no cantamos. De nuestros labios no salen sino sonrisas forzadas. Hace tiempo que no acertamos a rezar. Quizá comprobamos con tristeza que nuestro corazón se ha ido endureciendo y hoy apenas queremos de verdad a nadie. 

Incapaces de acoger y escuchar a quienes encontramos día a día en nuestro camino, solo sabemos quejarnos, condenar y descalificar. Poco a poco hemos ido cayendo en el escepticismo, la indiferencia o «la pereza total». 

Hemos envejecido interiormente y algo está a punto de morir dentro de nosotros. 

¿Qué podemos hacer? 

Lo primero es despertar y abrir los ojos. Todos esos síntomas son indicio claro de que tenemos la vida mal planteada. Ese malestar que sentimos es la llamada de alarma que ha comenzado a sonar dentro de nosotros. 

Nada está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero podemos reaccionar. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta ahora, qué es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más atención y más tiempo. 

Las palabras de Jesús están dirigidas a todos: «Vigilen». Tal vez, hoy mismo hemos de tomar alguna decisión. 

José Antonio Pagola