lunes, 31 de diciembre de 2018

Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero


Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2019, 1 de enero: La buena política está al servicio de la paz

1. “Paz a esta casa”
 
Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).

Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.
Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.



domingo, 23 de diciembre de 2018

Navidad, fiesta de la humanidad de Dios


La Navidad está llena de significados. El Niño Jesús habla del niño interior que llevamos siempre dentro de nosotros, que siente necesidad de ser cuidado y que, una vez que ha crecido, tiene el impulso de cuidar. Es ese pedazo de paraíso que no se ha perdido totalmente, hecho de inocencia, de espontaneidad, de encanto, de juego y de convivencia con los otros sin ninguna discriminación.

Para los cristianos es la celebración de la “proximidad y de la humanidad” de nuestro Dios, Dios se dejó apasionar tanto por el ser humano que quiso ser uno de ellos. Como dice bellamente Fernando Pessoa en su poema sobre la Navidad: «Él es el eterno Niño, el Dios que faltaba; el divino que sonríe y que juega; el niño tan humano que es divino».

Ahora tenemos un Dios niño y no un Dios juez severo de nuestros actos y de la historia humana. Un Dios que quiere convivir con nosotros eternamente. 

Su nacimiento provocó una conmoción cósmica. Un texto de la liturgia cristiana dice de forma simbólica: «Entonces las hojas que parloteaban, callaron como muertas; el viento que susurraba, quedó parado en el aire; el gallo que cantaba se calló en medio de su canto; las aguas del riachuelo que corrían, se estancaron; las ovejas que pastaban, quedaron inmóviles; el pastor que erguía su cayado quedó como petrificado; entonces, en ese preciso momento, todo se paró, todo se silenció, todo se suspendió: nacía Jesús, el Salvador de las gentes y del universo».

La Navidad es una fiesta de luz, de fraternidad universal, fiesta de la familia reunida alrededor de una mesa. Más que comer, se comulga con la vida de unos y otros. Por un momento olvidamos los quehaceres cotidianos, el peso de nuestra existencia trabajosa, las tensiones entre familiares y amigos y nos hermanamos en alegre comensalidad.

La comensalidad supone la cooperación y la solidaridad de unos con otros. Por eso nos duele tanto saber que millones y millones de personas no tienen nada para repartir y pasan hambre. En esta Navidad de alegría y de fraternidad no podemos olvidar a esos que Jesús llamó “mis hermanos y hermanas menores”.

Pero no obstante este abatimiento, celebremos y cantemos, cantemos y alegrémonos porque nunca más estaremos solos. El Niño se llama Jesús, el Enmanuel, “Dios con nosotros”. 









viernes, 21 de diciembre de 2018

4º Domingo de Adviento: Mujeres creyentes


Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "deprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir con su prima Isabel su alegría y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena de espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima en nombre de Dios.

María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".

Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno, y los interpreta maternalmente como "saltos de alegría". Enseguida, bendice a María "a voz en grito" diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".

En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".

Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?".

Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos esta haciendo daño a todos.

El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.


J.A. Pagola 


 

sábado, 15 de diciembre de 2018

3º Domingo de Adviento: Creer de otra manera

Estamos viviendo unos tiempos en que, cada vez más, el único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de otra manera. Una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en indiferencia, y entre las personas sencillas en superstición.

Son muchas las cosas a pensar con más rigor, pero, tal vez, lo primero es aclarar algunos aspectos esenciales de la fe.

La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer en lo que otros nos hablan o predican de Dios. Cada uno sólo cree, en definitiva, lo que de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros.

Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más propia y personal. Ésta es la primera pregunta: ¿Yo creo en Dios, o en aquellos que me hablan de Él?

En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho de accesorio en el cristianismo actual.

La fe del que confía de verdad en Dios está más allá de las palabras, las discusiones morales y las normas eclesiásticas. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones.

Ésta puede ser la segunda pregunta: ¿Confío en Dios o me quedo atrapado en otras cuestiones secundarias?

En la fe lo importante no es afirmar que uno cree en Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero, terminaré tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón, viviré amando y perdonando. Ésta puede ser la pregunta: ¿En qué Dios creo yo: en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado en Jesucristo?

La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida. La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a su misterio de cercanía y de amor a cada ser humano.

María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus designios de salvación.

Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables: «¡Dichosa tú que has creído!»

Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo mejor que te puede suceder en la vida.


 J.A. Pagola




viernes, 7 de diciembre de 2018

2º Domingo de Adviento: Abrir caminos nuevos

Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a Jesús entre nosotros.
Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: "Preparad el camino del Señor". ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?

Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a un Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.

En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e incluso no creyentes en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.

No hemos de olvidarlo. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.

La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de "adoctrinamiento" o de "aprendizaje teórico", sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe no por obligación, sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana no como deber, sino como contagio. En contacto con el Evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.

J.A. Pagola





martes, 27 de noviembre de 2018

Domingo 1º de Adviento /C


 Indignación y Esperanza
Una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza.

Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la creación entera dará "signos" de que ha llegado a su final para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.

Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los "acontecimientos cósmicos" que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte.

El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos "Dios".

No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El "último día" no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: "Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación". Solo entonces conoceremos de verdad cómo ama Dios al mundo.

Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez de los poderosos se acabará. Las víctimas de tantas guerras, crímenes y genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se perderán para siempre.

Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus seguidores. "Tened cuidado: que no se os embote la mente". No viváis como imbéciles. No os dejéis arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantened viva la indignación. "Estad siempre despiertos". No os relajéis. Vivid con lucidez y responsabilidad. No os canséis. Mantened siempre la tensión.

¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la desesperanza, la rabia y la humillación.

J.A. Pagola 





martes, 20 de noviembre de 2018

Lo decisivo



El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.

El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: "Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad, escucha mi voz".

Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.

Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en "voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz" (Jon Sobrino).

Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.

Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.

Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.


J.A. Pagola


miércoles, 7 de noviembre de 2018

Día de la Iglesia Diocesana




Los seres humanos somos eminentemente sociales. ¿Qué significa esta dimensión social? Quiere decir que tenemos conciencia de quienes somos; que podemos y que tenemos necesidad de comunicarnos con los demás; que podemos y que tenemos necesidad de hacer planes y proyectos en nuestra vida; que necesitamos tener y cultivar los amigos; que no podemos vivir sin una familia, verdadera escuela de amor, de amistad y de valores.


Hay muchos niveles en que desarrollamos la dimensión social. Se suele hacer una distinción, que ya es clásica, entre sociedad y comunidad, entre relaciones sociales y comunitarias. Las primeras, las sociales, implican unas relaciones más lejanas, menos íntimas, más formales. Este es el caso de los ámbitos político, del trabajo, de las sociedades culturales, deportivas... En cambio, las relaciones comunitarias implican unas relaciones más cercanas, constituyen el núcleo duro de la dimensión social y tocan más profundamente las relaciones interpersonales; es el caso de la familia, las amistades, los grupos sociales más cercanos y entrañables, y también de la vida eclesial.

Es evidente que la fe, en este caso la cristiana, es una opción personal y libre, es un don de Dios que debe ser aceptado de manera íntima por cada persona. La fe es razonable, es decir, tenemos razones para creer; pero en último término es siempre un acto libre y personal de seguimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios. Ahora bien, la fe no es solo un acto íntimo y personal, es también un acto comunitario, porque es la fe que nos llega por la Iglesia, que se vive en su seno y que crece cuando se comparte.

La palabra griega ekklesia (iglesia) significa congregación, comunidad, vida en común. Se trata de vivir en Iglesia, en comunidad, con unas relaciones estrechas y cordiales, como nos transmite el libro de los Hechos de los Apóstoles. La tradición católica pone un acento especial en la vida comunitaria, en hacer camino juntos siguiendo a Jesucristo. En la Iglesia se arropa, se acompaña, se avanza juntos.

«Somos una gran familia contigo» es nuestro lema para la Jornada de la Iglesia Diocesana. Este lema nos recuerda que la Iglesia es una familia, en la que todo tiende a ser cercano, amable, desinteresado, compartido. En que los que más tienen se hacen solidarios con los que no tienen lo necesario. Por ello, la Iglesia dedica un día a hacer una colecta extraordinaria para cada una de las iglesias locales diocesanas.

Construir la fraternidad es una invitación que hemos recibido del Señor. La Iglesia quiere trabajar para hacer familia, para promover la cohesión y la concordia en la sociedad en que vive. Contamos todos para poner nuestro granito de arena para construir un mundo en paz y en libertad. No dejemos de colaborar con nuestra aportación económica, pero sobre todo con nuestra oración y compromiso personal.

Juan José Omella Omella


sábado, 27 de octubre de 2018

Alcoa: el desarme de la esperanza




        Coincide la efeméride otoñal del desarme con otro desarme distinto, que tiene tinte de tristeza y tragedia cuando nada menos que setecientas familias pueden quedar al pairo del paro por cerrar las plantas de aluminio donde trabajan otras tantas personas ganándose el pan con el sudor de su frente. Una multinacional estadounidense avisa de su pretensión de cerrar en Avilés esa planta, poniendo en desplante a todo su personal que lo deja en la intemperie brutal de perder su trabajo de la noche a la mañana.
        Ya se entiende que una empresa no es un despacho parroquial, ni siquiera una ONG altruista sin ánimo de lucro o un local de cáritas que sólo mira por sostener dignamente a quienes menos han sido favorecidos por la vida y la sociedad. Una empresa tiene sus calendarios, sus objetivos de producción y su legítima aspiración de incrementar sus ingresos para expandirse poniendo solidez a sus logros financieros.
        Pero no deberían ser los únicos criterios, tan inhumanamente crematísticos, a la hora de poner en marcha, acrecentar o, eventualmente, cerrar el negocio. Porque lo que hay detrás no son planchas de aluminio o cajas de tornillos, sino personas. Y tras ellas, un montón de familias que dependen del trabajo honrado que se lleva a cabo cada día, con su justa remuneración y la dignidad que entraña tener un trabajo honesto que no tiene manchadas sus manos ni de corrupción ni de sangre.
        Si ante un momento de recesión económica o ante unas cuentas que no eran las que se esperaban se decide cerrar toda una factoría mandando a la incertidumbre angustiosa a tantas personas y a sus correspondientes familias, entonces nos encontramos con una tragedia realmente inhumana, donde los trabajadores se han usado y luego se tiran cuando se juzgan prescindibles laboralmente hablando, dando un portazo a lo que se venía haciendo allí simplemente porque ya no se gana tanto, ya no aporta tanta riqueza como antes, ya no resulta ventajoso para el lucro soñado y programado por los magnates.
        El Papa Francisco lo ha dicho con el dolor que entraña una decisión de tan terribles consecuencias: «Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata… Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (Evangelii gaudium, 53).
        Toda mi solidaridad con las familias afectadas, con estos trabajadores que pueden ir a la calle. Lo siento de veras. Rezo por su solución justa y generosa y para que la llama de esperanza de esta gente no se apague jamás ni haya nada que de modo fatal la desarme.

Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo

domingo, 14 de octubre de 2018

Los santos que vienen


En medio de la celebración del Sínodo, hoy tendrá lugar en el Vaticano una ceremonia que ha despertado el interés mundial, la de la canonización del Papa Pablo VI y la del mártir Oscar Romero.  Estas dos destacadas figuras serán canonizadas junto a otras cinco en una ceremonia diseñada para mostrar que la santidad se puede alcanzar en todos los ámbitos de la vida.

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Se espera que sea una ceremonia emotiva para Francisco, ya que ambos religiosos le influyeron mucho y en privado dijo a sus confidentes que quería canonizarlos durante su papado. Los dos representan el modelo de iglesia abierta y cercana a los pobres que quiere el Papa Francisco.

 Pablo VI fue el Papa del diálogo y de la renovación conciliar; Romero se ha venido conociendo a lo largo y ancho del mundo por su testimonio de ofrenda y entrega de su vida por los pobres y excluidos de la sociedad.


Ciertamente que ambos han vivido de manera heroica las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad; así como otras virtudes cristianas y humanas. Pero quisiéramos destacar tres características que les son comunes a estos dos nuevos santos de la Iglesia: su preocupación por el ser humano, su fidelidad a la Iglesia en la fe y en el amor de Dios y su mística de la soledad.

 Damos gracias a Dios, porque Francisco los reconoce como santos para toda la Iglesia. Es un reconocimiento a la acción del Espíritu Santo por medio de hombres frágiles que no se doblegaron y que supieron dar testimonio de fe, caridad y esperanza; de vida eclesial y de entrega a Cristo a favor de los hermanos. Damos gracias a Dios por San Pablo VI de la humanidad y por San Romero de América.



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sábado, 13 de octubre de 2018

Razones para vivir y esperar: el Sínodo de Obispos




Publicado el 11/10/2018
 
El pasado día 3 de octubre, dio comienzo en Roma una nueva Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos.En esta ocasión el tema es: «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». Estamos rezando cada día por esta importante asamblea eclesial y, de modo particular, con la oración del santo Rosario en este mes de octubre, plegaria mariana que tiene su especial vivencia en este periodo mensual del otoño. El Papa Francisco ha expresado con bellas palabras lo que desea que sea este encuentro, en el momento de la acogida de los participantes: «Que el Sínodo despierte nuestros corazones

El presente, también el de la Iglesia, aparece lleno de trabajos, problemas y cargas. Pero la fe nos dice que el Señor viene a nuestro encuentro para amarnos y llamarnos a la plenitud de la vida. El futuro no es una amenaza que hay que temer, sino el tiempo que el Señor nos promete para que podamos experimentar la comunión con él, con nuestros hermanos y con toda la creación. Necesitamos redescubrir las razones de nuestra esperanza y sobre todo transmitirlas a los jóvenes, que tienen sed de esperanza, como bien afirmó el Concilio Vaticano II: “Podemos pensar, con razón, que el porvenir de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar” (Gaudium et Spes, 31).

Por tanto, no hay que dejarse tentar por las “profecías de desgracias”, ni gastar energías en “llevar cuenta de los fallos y echar en cara amarguras”, hay que mantener los ojos fijos en el bien, que “a menudo no hace ruido, ni es tema de los blogs ni aparece en las primeras páginas», y no asustarse «ante las heridas de la carne de Cristo, causadas siempre por el pecado y con frecuencia por los hijos de la Iglesia”.

Comprometámonos a procurar “frecuentar el futuro”, y a que salga de este Sínodo propuestas pastorales concretas, capaces de llevar a cabo la tarea del propio Sínodo, que es la de hacer que germinen sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes –a todos los jóvenes, sin excepción– la visión de un futuro lleno de la alegría del evangelio».

Hacemos nuestros estos buenos deseos y encomendamos al Señor y a la intercesión de la Virgen María estos sentimientos del Santo Padre, para que los trabajos sinodales sean bendecidos dando espacio a lo que el Espíritu de Dios quiere de su Iglesia en el acompañamiento de los jóvenes, en su fe y en el discernimiento de sus vocaciones. Toda una urgencia pastoral a la que Dios nos emplaza en este momento crucial y delicado de la historia de la Iglesia y de la humanidad.






martes, 9 de octubre de 2018

El Sínodo de los jóvenes


  
El Papa Francisco, en su línea de abrir las puertas de la Iglesia y anunciar el Evangelio de la Alegría a todo el mundo, ha convocado al Sínodo de los obispos con el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”

En este tercer Sínodo que el Papa Francisco convoca nos invita a interrogarnos sobre cómo acompañar a los jóvenes en el camino de la fe, en sus decisiones vitales, y pedir también a los mismos jóvenes que ayuden a identificar las mejores formas hoy para anunciar la Buena Noticia.


domingo, 23 de septiembre de 2018

Nuevo curso



Comenzamos un nuevo curso. Y queremos hacerlo con una celebración comunitaria que tendrá lugar el viernes, 28 de septiembre, a las 20 h. 

Todos los miembros de nuestra Parroquia estamos convocados. Jesús nos reúne para que vivamos unidos y nos envía a servir y a transformar nuestro mundo, guiados por el Espíritu y a la luz de su Evangelio.


jueves, 13 de septiembre de 2018

Catequesis curso 18-19


Comenzamos un nuevo curso, nos alegra empezar de nuevo. 
Os damos la bienvenida, deseando que lo iniciemos con fuerza y entusiasmo. 
Nos gustaría que todos nos sintiésemos implicados en esta tarea catequética.
Jesús nos acompaña y nos anima. 


Fechas de inicio:

Primero:  jueves, 4 de octubre, de 18 a 19 h.

Segundo: viernes, 5 de octubre, de 18 a 19 h.

Tercero: domingo, 7 de octubre, de 12 a 13 h. 

Postcomunión y Confirmación: domingo, 7 de octubre, de 12 a 13 h. 

Aquellos que vayan a comenzar la catequesis por primera vez pueden pasar a inscribirse hasta el jueves 27 de septiembre, quince minutos antes y después de la Misa de las ocho de la tarde.






viernes, 1 de junio de 2018

Horario de verano (de 1 de junio a 30 de septiembre)

Misas 
- Días laborables (de martes a viernes): 20 h.
- Sábados y vísperas de fiestas: 20 h.
- Domingos y festivos: 11 y 12 h.


HORARIO DESPACHO PARROQUIAL 
- Miércoles de 19 a 20 h.
En el mes de julio no hay despacho parroquial.


lunes, 21 de mayo de 2018

Corpus Christi





La Solemnidad del Corpus Christi nos invita a contemplar y celebrar el gran don de la presencia real de Cristo vivo entre nosotros en su cuerpo entregado y en su sangre derramada para la vida del mundo.
A la luz de este misterio de amor renovador, liberador y transformador, que es la Eucaristía, invitamos a todos los cristianos, en particular a cuantos trabajáis en la acción caritativa y social, a un compromiso que sea liberador, que contribuya a mejorar el mundo y que impulse a todos los bautizados a vivir la caridad en las relación con los hermanos y en la transformación de las estructuras sociales. 

Tu compromiso mejora el mundo
Transformados interiormente por la contemplación del amor incondicional de Jesucristo, que entrega su vida para liberarnos del mal y hacernos pasar de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, queremos recordar a todos y cada uno de los cristianos, así como a los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran escucharnos, el mensaje de la campaña institucional de Cáritas: “Tu compromiso mejora el mundo”.
Somos conscientes de que, hoy, no está de moda hablar del compromiso. Es más, para muchos, en esta cultura de lo virtual, de lo inmediato y pasajero, la preocupación por los demás se considera como algo trasnochado. Sin embargo, el compromiso en favor de los más débiles y por la transformación del mundo, es la más noble expresión de nuestra dignidad, de nuestra responsabilidad y solidaridad.
Para los cristianos, el compromiso caritativo y social, el ser con los demás y totalmente entregado a ellos, camina en paralelo con nuestra configuración con Cristo. Se trata de un compromiso que nace de la fe en la Trinidad. Los cristianos creemos en un Dios, que es Padre, que ama incondicionalmente a cada uno de sus hijos y les confiere la misma dignidad; un Dios Hijo que entrega su vida para liberarnos del pecado y de las esclavitudes cotidianas, haciéndonos pasar de la muerte a la vida; un Dios Espíritu que alienta el amor que habita en cada ser humano y nos hace vivir la comunión con todos, tejiendo redes de fraternidad y de solidaridad al estilo de Jesús, que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos”(Mt 20,28). Desde esta configuración con Cristo, os proponemos un cuádruple compromiso: 

1. Vivir con los ojos y el corazón abiertos a los que sufren: Hemos de abrir los ojos y el corazón a todo el dolor, pobreza, marginación y exclusión que hay junto a nosotros. Convivimos con una cultura que ignora, que excluye, oculta y silencia los rostros del sufrimiento y la pobreza. Sin embargo, no podemos ignorarlos. Como dice el papa Francisco, “la pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión (…), el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio, la miseria y la migración forzosa”.4 Este desafío resulta “cruel”, cuando constatamos que estas situaciones no son el fruto de la casualidad, sino la consecuencia de la injusticia social, de la miseria moral, de la codicia de unos pocos y de la indiferencia generalizada de muchos. 
2. Cultivar un corazón compasivo: La multiplicación y la complejidad de los problemas pueden saturar nuestra atención y endurecer nuestro corazón. Frente a la tentación de la indiferencia y del individualismo, los cristianos debemos cultivar la compasión y la misericordia, que son como la protesta silenciosa contra el sufrimiento y el paso imprescindible para la solidaridad. 
3. Ser capaces de ir contracorriente: Esta invitación al compromiso no es algo superficial o periférico. Pone en juego dimensiones tan hondas como la propia libertad. En la vida, podemos seguir la corriente de quienes permanecen instalados en los intereses personales y pasajeros o podemos vivir como personas comprometidas al estilo de Jesús, actuando contracorriente y poniendo los medios para que los intereses económicos no estén nunca por encima de la dignidad de los seres humanos y del bien común.
4. Ser sujeto comunitario y transformador: Los cristianos estamos llamados a ser agentes de transformación de la sociedad y del mundo, pero esto sólo es posible desde el ejercicio de un compromiso comunitario, vivido como vocación al servicio de los demás. Esto quiere decir que hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para la creación de comunidades, que sean signo y sacramento del amor de Dios. Comunidades capaces de compartir y poner al servicio de los hermanos los bienes materiales, el tiempo, el trabajo, la disponibilidad y la propia existencia. Comunidades capaces de poner a la persona en el centro de su mirada, palabra y acción. 

La caridad es transformadora
Para todos aquellos que trabajan en el ámbito de la acción caritativa y social de la Iglesia, este compromiso transformador se hace todavía más urgente al tomar conciencia de la fuerza transformadora de la caridad. La doctrina social de la Iglesia habla permanentemente de ella. 
Recordemos un texto antológico del papa Francisco: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responde a él con todas sus fuerzas. En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37) lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos» (EG, nº 188). De acuerdo con estas enseñanzas del Santo Padre, podemos concluir que la acción caritativa no es mera asistencia. La caridad, además de ofrecer los gestos más simples y cotidianos de solidaridad, promueve el desarrollo integral de los pobres y coopera a la solución de las causas estructurales de la pobreza.
Los obispos españoles también hemos insistido en esta dimensión transformadora de la actividad caritativa y hemos manifestado que «nuestra caridad no puede ser meramente paliativa, debe ser preventiva, curativa y propositiva. La voz del Señor nos llama a orientar toda nuestra vida y nuestra acción desde la realidad transformadora del reino de Dios».5 Esto implica desenmascarar la injusticia por medio de la denuncia profética, socorrer al necesitado mediante la asistencia y colaborar en la organización de estructuras más justas por medio de la transformación social. 

Pidamos al Espíritu una mística social transformadora
En la plegaria eucarística hay dos momentos especialmente significativos en los que se manifiesta la fuerza transformadora de la Eucaristía. Son las dos “epíclesis” o invocaciones al Espíritu Santo que hacemos en la celebración eucarística. En la primera pedimos al Padre que envíe su Espíritu para que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre del Señor. En la segunda, invocamos la acción del Espíritu sobre la comunidad eclesial para que sea una sola cosa en Cristo y haga así posible la salvación de los que participan de ella. En ambas epíclesis los cristianos expresamos el dinamismo transformador que encarna la celebración eucarística y descubrimos la necesidad de ser instrumentos de renovación del cosmos y de la humanidad, desde la comunión con Cristo.
Pidamos, hoy, al Espíritu Santo que esta mística social y transformadora de la Eucaristía nos ayude a comprometernos en la transformación del mundo y en la promoción de una caridad transformadora en todas nuestras organizaciones caritativas y sociales. Sabemos que la tarea no es fácil, pero la caridad no está para dejar las cosas como están ni consiste en hacer lo que siempre se ha hecho en el campo social. La caridad denuncia la injusticia y promueve el desarrollo humano integral, nos impulsa a la conversión de nuestros criterios y actitudes, de nuestra manera de pensar y de actuar, para colaborar con el Señor en el acompañamiento a las personas y en la transformación de las estructuras que generan pobreza, discriminación y desigualdad.


Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social



lunes, 14 de mayo de 2018

Rumbo a Pentecostés




ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, misterioso artífice del Reino, guía a la Iglesia con la fuerza de tus dones para afrontar con valentía los retos de nuestro tiempo y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la Iglesia. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano.

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboremos juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.

A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.

Amén.






martes, 10 de abril de 2018

Gaudete et Exsultate




"Gaudete et exsultate" es la última exhortación apostólica del Papa Francisco con fecha del 19 de marzo (día de San José), presentada este lunes 9 de abril, con el subtítulo "sobre el llamado a la santidad en el mundo actual".

El Papa señala algunos de los problemas del "mundo actual" que dificultan que los fieles seamos santos: la distracción del zapping y las muchísimas ofertas,  la rutina de la vida eclesial...todo ello que debe ser combatido con el don del discernimiento, un don del Espíritu Santo que hoy debe pedirse más que nunca y que requiere aprender a escuchar a Dios.

El Papa pide además lanzarse a la acción, agotarse, desgastarse en el apostolado, sin buscar perfeccionismos paralizantes. Proponer orar constantemente, con oraciones breves, que no distraigan del actuar. Pide "vivir la contemplación en medio de la acción". No hay que convertir la Iglesia en una ONG, pero tampoco huir del compromiso social que transforma el mundo. 


(Texto íntegro de Gaudete et Exsultate )


domingo, 1 de abril de 2018

Pascua de Resurrección

¿DÓNDE BUSCAR AL QUE VIVE? 

La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres. 

María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando  aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.  

Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: « ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, sólo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida. 

Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está Él». 

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un "Jesús muerto". No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.
José Antonio Pagola



miércoles, 21 de marzo de 2018

Semana Santa

         
     Horarios de los cultos de Semana Santa

Domingo de Ramos: Misas 11, 12, 13 h.

Lunes Santo: Celebración penintencial, 19 h. 




Jueves Santo: Misa de la Cena del Señor, 18 h.
                         Hora Santa: 22 h. 

Viernes Santo: Pasión del Señor, 12 h.

Sábado Santo: Solemne Vigilia Pascual, 21 h. 

Domingo de Pascua: Misas 11, 12, 13 h.




sábado, 10 de marzo de 2018

Cuaresma, tiempo de conversión




Este tiempo está enmarcado en la conversión, en el cambio de vida, dejar atrás el pecado y enderezar nuestro camino.  Lo más importante de la Cuaresma es que sea un tiempo que de verdad nos ayude a prepararnos mejor para vivir la Pascua. San Pablo nos ayuda a comprender el sentido cuaresmal:
"Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios sobre los rebeldes. Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente.
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras" (Col 3, 5-8)
Por tanto debemos aprovechar este tiempo que nos recuerda que necesitamos permanentemente convertirnos al Señor, que es su gracia la que puede movernos y hacer que cambiemos. ¿Qué tenemos que cambiar? Es lo que pediremos al Espíritu Santo en este tiempo, para que nos prepare y ayude.







miércoles, 14 de febrero de 2018

martes, 13 de febrero de 2018

Cuaresma 2018


Mensaje del Papa Francisco 

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría»  (Mt 24, 12)


1.- Una vez más, nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de conversión», que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
2.- Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia.
3.- Y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría»  (Mt 24, 12).


Los falsos profetas

4.- Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas? Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren.
5.-¡Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se confunden con la felicidad! ¡Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de los intereses mezquinos! ¡Cuántos viven pensando en sí mismos y caen presa de la soledad!
6.- Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que, sin embargo, resultan ser completamente inútiles.
7.-¡Cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles, pero deshonestas! ¡Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas, pero que después resultan dramáticamente sin sentido!
8.-Estos estafadores no solo ofrecen cosas sin valor, sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos…, haciéndonos caer en el ridículo.
9.-Cada uno de los nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de los falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

Un corazón frío

10.-Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
11.-Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males»  (I Tm 6, 10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por lo tanto, el que no querer buscar consuelo en Él, prefiriendo quedarnos en nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su palabra y sus sacramentos.
12.-Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que corresponde a nuestras expectativas.
13.-También la creación es testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causas de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tiene que redescubrir por desgracia  los restos de tantos náufragos de las migraciones forzosas; los cielos –que en el designio de Dios cantan su gloria- se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
14.-El amor se enfría también en nuestras comunidades. En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, traté de descubrir las señales más evidentes de esta falta de amor. Son estas: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuar guerras fratricidas, la mentalidad mundana, que induce a ocuparse solo de los aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.

¿Qué podemos hacer?

15.-Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina  a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
16.-El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismo, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
17.-El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano y que nunca lo que tengo es solo mío. ¡Cuánto desearía que la limosna para todos en un auténtico estilo de vida!
18.-Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia.
19.-Esto vale especialmente en la Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades.
20.-Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos.
21.-El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer.
22.-Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; y por otra parte,  expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios.
23.-El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios, que es el único sacia nuestra hambre.
24.-Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia católica para que llegara a todos vosotros, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios.
25.-Si os sentís afligidos como nosotros porque en el mundo se extiende la iniquidad; si os preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras; si veis que se debilita el sentido de una misma humanidad, uníos a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua

26.-Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración.
27.-Si en muchos corazones, a veces, da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.
27.-Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el sacramento de la reconciliación en un contexto de adoración eucarística.
28.-En 2018, tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándonos en las palabras del salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
29.-En la noche de Pascua, reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo»  poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica.
30.- Así, pues, «qué la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la palabra de Dios y de alimentarnos con el pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.