sábado, 29 de octubre de 2022

Bienaventurados

 

Si tuviera que quedarme con una única palabra del Evangelio y dejar todas las demás, me quedaría con ésta: "¡Bienaventurados!". Con ella abrió Jesús su mensaje y en ella lo resumió por entero.

Ardía por dentro con el fuego de los profetas de todos los tiempos, y subió a una montaña, como antiguamente había subido Moisés, pero en lugar de aquellos diez mandamientos antiguos de piedra, proclamó a los cuatro vientos ocho alegres pregones: "¡Bienaventurados vosotros!". A pobres, enfermos, perseguidos y a todos los miserables les anunció bienaventuranzas:

"¡Bienaventurados vosotros, no porque sois pobres, claro está, sino porque vais a dejar de serlo!
¡Bienaventurados vosotros, no porque lloráis, sino porque tendréis gozo en lugar de llanto!
¡Bienaventurados vosotros, no porque seáis perseguidos, sino porque ya llega vuestra liberación! ¡Dios os librará!
¡Dios enjugará vuestras lágrimas! ¡Dios os consolará! Ya ha llegado la hora. Confortaos los unos a los otros, para que Dios os conforte. Consolad los unos las lágrimas de los otros, para que Dios os consuele. Liberaos de la miseria los unos a los otros, para que Dios os libere. Sed bienaventurados, para que también Dios pueda ser bienaventurado. Es el tiempo de la bienaventuranza".

Así se pronunció Jesús en lo alto de la montaña, y en esa única palabra resumió todo lo que tenía que decir: "¡Bienaventurados!" Y los cuatro evangelios y todo el Nuevo Testamento no son más que un eco prolongado de esa palabra.

La felicidad es la fuerza imparable que mueve al mundo. La felicidad nos atrae y nos empuja a todos. Todos los seres buscan la felicidad.

¿Y Dios? Dios es el fondo y la fuente de esa sed universal de felicidad. El sueño primero y el mandamiento principal de Dios es la felicidad, la bienaventuranza. ¡Sed bienaventurados, sed felices!

¡Cuán lejos andamos, amigos, de este mensaje nuclear del Nuevo Testamento! ¡Y cuán lejos andamos de nuestro propio corazón! Es como si le hubiéramos dado enteramente la vuelta a la lógica de la bienaventuranza de Jesús. Es como si hubiéramos sepultado el evangelio de la bienaventuranza bajo losas pesadas de piedra, bajo dogmas incomprensibles, bajo rígidas instituciones.

Como si hubiéramos sepultado y ahogado el evangelio de la dicha. Por ejemplo, ¿dónde quedan los anuncios de bienaventuranza de Jesús en las declaraciones y en las comparecencias de algunos dirigentes de la Iglesia? Comparecen demasiadas veces para dar lecciones, para regañar, para separar buenos y malos. Comparecen demasiado poco para anunciar la bienaventuranza de Jesús.

Amigos, acudamos al monte de Jesús. Escuchemos de nuevo los ocho pregones de Jesús: "¡Bienaventurados!". Las bienaventuranzas son la entraña del evangelio, y debemos hacer de ellas jugo de la vida, fermento de la sociedad, savia del mundo, entraña de la Iglesia, levadura que todo lo levante y le dé sabor, que todo lo vuelva bueno y feliz.

Bueno y feliz: eso es todo. ¿No es tan sencillo como el pan? La bondad de la felicidad y la felicidad de la bondad: ambas cosas a la vez. ¿No es ésa la sagrada ley de la vida, la sagrada ley de Dios? ¿Qué podrá hacernos buenos si no es la felicidad? ¿Qué podrá hacernos felices si no es la bondad?

La felicidad nos hará buenos. No te hará bueno una ley en losas de piedra, ni una doctrina hecha de palabras. Únicamente te hará bueno la felicidad, la bienaventuranza de Dios.

La felicidad te hará humilde y manso, compasivo e instrumento de paz.

La felicidad te hará consolador de los que lloran, hambriento y sediento de justicia. Cuanto más feliz seas, más humilde serás. Cuanto más feliz seas, más misericordioso serás. Cuanto más feliz seas, más felices harás.

Y aun cuando lleguen la tribulación y la persecución -que van a llegar-, la felicidad te mantendrá ileso y sano, la bienaventuranza te hará perseverar en la bondad.

En efecto, la felicidad nos hará buenos, sí, pero ¿qué es lo que nos hará felices? Jesús nos lo enseña también en el monte de las bienaventuranzas: la bondad nos hará felices. La humildad te hará feliz, no la grandeza, no el orgullo. La compasión con los que lloran te hará feliz, no la indiferencia, no la dureza. El anhelo y el trabajo de la paz te hará feliz, no el odio, no la fuerza, no la violencia.

Ambas cosas, pues, a la vez. La felicidad nos hará buenos, y la bondad nos hará felices. Y puedes empezar por el lado que quieras, pues ambos lados son en el fondo el mismo lado. De modo que en vano nos empeñaremos en ser buenos sin ser felices, así como también en ser felices sin ser buenos.

En vano nos empeñaremos en ser buenos a base de leyes y obligaciones, al igual que en ser felices con grandeza y poder. ¿Para qué son las leyes y los dogmas y todas nuestras teologías, si no nos hacen buenos haciéndonos felices, y si no nos vuelven felices haciéndonos buenos?

Amigos, volvamos al monte de las bienaventuranzas, sentémonos en torno a Jesús junto con la muchedumbre y aprendamos de nuevo a vivir. La felicidad nos hará buenos, la bondad nos hará felices.

 

José Arregi



jueves, 13 de octubre de 2022

Curso 22-23

 

El próximo domingo, 16 de octubre, a las 12 h. comenzamos la catequesis. 

Os damos la bienvenida.

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

Horario de invierno

 Hoy, sábado 1 de octubre, retomamos el horario de invierno.

 

 HORARIO DE INVIERNO (de 1 de octubre a 31 de mayo) 

 MISAS
  • Días laborables (de martes a viernes):19 h.
  • Sábados y vísperas de fiestas: 19 h.
  • Domingos y festivos: 11, 12 y 13 h.Misa de Nochebuena: 19 h.
 
HORARIO DESPACHO PARROQUIAL  
  • Miércoles de 18 a 19 h.  

VISITAS COLUMBARIOS
  • Martes a sábado: de 18:15 a 19:30 h.
  • Domingos: de  10:30 a 13:30 h.