sábado, 27 de octubre de 2018

Alcoa: el desarme de la esperanza




        Coincide la efeméride otoñal del desarme con otro desarme distinto, que tiene tinte de tristeza y tragedia cuando nada menos que setecientas familias pueden quedar al pairo del paro por cerrar las plantas de aluminio donde trabajan otras tantas personas ganándose el pan con el sudor de su frente. Una multinacional estadounidense avisa de su pretensión de cerrar en Avilés esa planta, poniendo en desplante a todo su personal que lo deja en la intemperie brutal de perder su trabajo de la noche a la mañana.
        Ya se entiende que una empresa no es un despacho parroquial, ni siquiera una ONG altruista sin ánimo de lucro o un local de cáritas que sólo mira por sostener dignamente a quienes menos han sido favorecidos por la vida y la sociedad. Una empresa tiene sus calendarios, sus objetivos de producción y su legítima aspiración de incrementar sus ingresos para expandirse poniendo solidez a sus logros financieros.
        Pero no deberían ser los únicos criterios, tan inhumanamente crematísticos, a la hora de poner en marcha, acrecentar o, eventualmente, cerrar el negocio. Porque lo que hay detrás no son planchas de aluminio o cajas de tornillos, sino personas. Y tras ellas, un montón de familias que dependen del trabajo honrado que se lleva a cabo cada día, con su justa remuneración y la dignidad que entraña tener un trabajo honesto que no tiene manchadas sus manos ni de corrupción ni de sangre.
        Si ante un momento de recesión económica o ante unas cuentas que no eran las que se esperaban se decide cerrar toda una factoría mandando a la incertidumbre angustiosa a tantas personas y a sus correspondientes familias, entonces nos encontramos con una tragedia realmente inhumana, donde los trabajadores se han usado y luego se tiran cuando se juzgan prescindibles laboralmente hablando, dando un portazo a lo que se venía haciendo allí simplemente porque ya no se gana tanto, ya no aporta tanta riqueza como antes, ya no resulta ventajoso para el lucro soñado y programado por los magnates.
        El Papa Francisco lo ha dicho con el dolor que entraña una decisión de tan terribles consecuencias: «Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata… Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (Evangelii gaudium, 53).
        Toda mi solidaridad con las familias afectadas, con estos trabajadores que pueden ir a la calle. Lo siento de veras. Rezo por su solución justa y generosa y para que la llama de esperanza de esta gente no se apague jamás ni haya nada que de modo fatal la desarme.

Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo

domingo, 14 de octubre de 2018

Los santos que vienen


En medio de la celebración del Sínodo, hoy tendrá lugar en el Vaticano una ceremonia que ha despertado el interés mundial, la de la canonización del Papa Pablo VI y la del mártir Oscar Romero.  Estas dos destacadas figuras serán canonizadas junto a otras cinco en una ceremonia diseñada para mostrar que la santidad se puede alcanzar en todos los ámbitos de la vida.

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Se espera que sea una ceremonia emotiva para Francisco, ya que ambos religiosos le influyeron mucho y en privado dijo a sus confidentes que quería canonizarlos durante su papado. Los dos representan el modelo de iglesia abierta y cercana a los pobres que quiere el Papa Francisco.

 Pablo VI fue el Papa del diálogo y de la renovación conciliar; Romero se ha venido conociendo a lo largo y ancho del mundo por su testimonio de ofrenda y entrega de su vida por los pobres y excluidos de la sociedad.


Ciertamente que ambos han vivido de manera heroica las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad; así como otras virtudes cristianas y humanas. Pero quisiéramos destacar tres características que les son comunes a estos dos nuevos santos de la Iglesia: su preocupación por el ser humano, su fidelidad a la Iglesia en la fe y en el amor de Dios y su mística de la soledad.

 Damos gracias a Dios, porque Francisco los reconoce como santos para toda la Iglesia. Es un reconocimiento a la acción del Espíritu Santo por medio de hombres frágiles que no se doblegaron y que supieron dar testimonio de fe, caridad y esperanza; de vida eclesial y de entrega a Cristo a favor de los hermanos. Damos gracias a Dios por San Pablo VI de la humanidad y por San Romero de América.



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sábado, 13 de octubre de 2018

Razones para vivir y esperar: el Sínodo de Obispos




Publicado el 11/10/2018
 
El pasado día 3 de octubre, dio comienzo en Roma una nueva Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos.En esta ocasión el tema es: «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». Estamos rezando cada día por esta importante asamblea eclesial y, de modo particular, con la oración del santo Rosario en este mes de octubre, plegaria mariana que tiene su especial vivencia en este periodo mensual del otoño. El Papa Francisco ha expresado con bellas palabras lo que desea que sea este encuentro, en el momento de la acogida de los participantes: «Que el Sínodo despierte nuestros corazones

El presente, también el de la Iglesia, aparece lleno de trabajos, problemas y cargas. Pero la fe nos dice que el Señor viene a nuestro encuentro para amarnos y llamarnos a la plenitud de la vida. El futuro no es una amenaza que hay que temer, sino el tiempo que el Señor nos promete para que podamos experimentar la comunión con él, con nuestros hermanos y con toda la creación. Necesitamos redescubrir las razones de nuestra esperanza y sobre todo transmitirlas a los jóvenes, que tienen sed de esperanza, como bien afirmó el Concilio Vaticano II: “Podemos pensar, con razón, que el porvenir de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar” (Gaudium et Spes, 31).

Por tanto, no hay que dejarse tentar por las “profecías de desgracias”, ni gastar energías en “llevar cuenta de los fallos y echar en cara amarguras”, hay que mantener los ojos fijos en el bien, que “a menudo no hace ruido, ni es tema de los blogs ni aparece en las primeras páginas», y no asustarse «ante las heridas de la carne de Cristo, causadas siempre por el pecado y con frecuencia por los hijos de la Iglesia”.

Comprometámonos a procurar “frecuentar el futuro”, y a que salga de este Sínodo propuestas pastorales concretas, capaces de llevar a cabo la tarea del propio Sínodo, que es la de hacer que germinen sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes –a todos los jóvenes, sin excepción– la visión de un futuro lleno de la alegría del evangelio».

Hacemos nuestros estos buenos deseos y encomendamos al Señor y a la intercesión de la Virgen María estos sentimientos del Santo Padre, para que los trabajos sinodales sean bendecidos dando espacio a lo que el Espíritu de Dios quiere de su Iglesia en el acompañamiento de los jóvenes, en su fe y en el discernimiento de sus vocaciones. Toda una urgencia pastoral a la que Dios nos emplaza en este momento crucial y delicado de la historia de la Iglesia y de la humanidad.






martes, 9 de octubre de 2018

El Sínodo de los jóvenes


  
El Papa Francisco, en su línea de abrir las puertas de la Iglesia y anunciar el Evangelio de la Alegría a todo el mundo, ha convocado al Sínodo de los obispos con el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”

En este tercer Sínodo que el Papa Francisco convoca nos invita a interrogarnos sobre cómo acompañar a los jóvenes en el camino de la fe, en sus decisiones vitales, y pedir también a los mismos jóvenes que ayuden a identificar las mejores formas hoy para anunciar la Buena Noticia.