viernes, 26 de noviembre de 2021

Adviento

Recuperar la esperanza

En estos días que vivimos abundan situaciones que nos preocupan gravemente: el cambio climático, la pandemia, la crisis económica, la escasez de recursos...

No hace falta seguir. Pero así es como nos encuentra este Adviento. Y son importantes y necesarias las palabras de Jesús: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». 

Los discípulos de Jesús no somos catastrofistas. Menos aún negacionistas de estas realidades. Ni indiferentes ni conformistas ante ellas. En este tiempo nuevo de Adviento, el Señor Jesús nos invita a recuperar la esperanza, a ofrecer al mundo motivos para la esperanza, que tiene como punto de partida el ser muy conscientes de la realidad y estar atentos a ella. Y mirarlo todo con la confianza y la valentía y la fortaleza que nos vienen de la fe. ¿Cómo?  

 


La esperanza empieza por encontrar el bien que hay en los demás, en lugar de centrarnos y revolver en lo negativo.

 Como nos dicen los profetas: «hay brotes» en el viejo tronco. Hay novedades, la vida siempre lucha por salir adelante. Atentos, pues, a esos brotes en nuestra vida, en nosotros, en la Iglesia y en nuestro mundo. Es una buena actividad para el Adviento: ir tomando nota de esos «brotes» y orar con ellos.

La esperanza abre puertas allí donde la desesperación las cierra. Invita a levantar la cabeza y mirar más arriba, más lejos, más adentro. Y mejor si miramos con otros. La esperanza nos descubre lo que puede hacerse, porque siempre se puede hacer algo, en lugar de lamentarse o protestar por lo que no depende de nosotros.

La esperanza recibe su potencia de la profunda confianza en el Dios de la Pascua y en la fundamental bondad humana que Dios sembró en cada uno.

La esperanza enciende una vela en la oscuridad. La Luz de Dios irrumpió en medio de la noche de Navidad, y convirtió la noche en mañana luminosa.

Porque la esperanza sabe que, pase lo que pase, el Señor va con nosotros (Emmanuel). No hace que desaparezcan las dificultades, pero sí que ayuda a que no nos derroten ni destruyan. Jesús fue capaz de atravesar el camino de la cruz, del fracaso, del rechazo, de la oscuridad... de la mano de la esperanza. Porque su esperanza se llamaba «Abba, Padre Dios».

Martínez de la Lama-Noriega, cmf

 

 

domingo, 21 de noviembre de 2021

Jesucristo, Rey del Universo

El juicio tiene lugar en el palacio donde reside el prefecto romano cuando acude a Jerusalén. Acaba de amanecer. Pilato ocupa la sede desde la que dicta sus sentencias. Jesús comparece maniatado, como un delincuente. Allí están, frente a frente, el representante del imperio más poderoso y el profeta del reino de Dios.

A Pilato le resulta increíble que aquel hombre intente desafiar a Roma: «Con que, ¿tú eres rey?». Jesús es muy claro: «Mi reino no es de este mundo». No pertenece a ningún sistema injusto de este mundo. No pretende ocupar ningún trono. No busca poder ni riqueza.

Pero no le oculta la verdad: «Soy rey». Ha venido a este mundo a introducir verdad. Si su reino fuera de este mundo tendría «guardias» que lucharían por él con armas. Pero sus seguidores no son «legionarios», sino «discípulos» que escuchan su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en el mundo.

El reino de Jesús no es el de Pilato. El prefecto vive para extraer las riquezas de los pueblos y conducirlas a Roma. Jesús vive «para ser testigo de la verdad». Su vida es todo un desafío: «Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato no es de la verdad. No escucha la voz de Jesús. Dentro de unas horas intentará apagarla para siempre.

El seguidor de Jesús no es «guardián» de la verdad, sino «testigo». Su quehacer no es disputar, combatir y derrotar a los adversarios, sino vivir la verdad del evangelio y comunicar la experiencia de Jesús, que está cambiando su vida.

El cristiano tampoco es «propietario» de la verdad, sino testigo. No impone su doctrina, no controla la fe de los demás, no pretende tener razón en todo. Vive convirtiéndose a Jesús, contagia la atracción que siente por él, ayuda a mirar hacia el evangelio, pone en todas partes la verdad de Jesús. La Iglesia atraerá a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús, y que nuestra vida recuerda a la suya.

 J.A.Pagola

 


 

sábado, 6 de noviembre de 2021

Día de la Iglesia diocesana

 

Una jornada para recordar que juntos es posible lograr una parroquia viva

“Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo” es el lema del Día de la Iglesia diocesana que se celebra este domingo, 7 de noviembre, organizado por el secretariado para el sostenimiento de la Iglesia. 

El lema recuerda que “como familia, logramos una parroquia activa que responde a la llamada de Dios. Juntos somos Iglesia diocesana, poniendo todo lo que somos al servicio de los otros y colaborando juntos llevamos a cabo la labor de la Iglesia. Juntos logramos una parroquia viva, comprometida, apasionada por Jesucristo y entregada a los demás”.