sábado, 24 de diciembre de 2022

Tiempo de Navidad

 



Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.

En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. No nos ha hablado para decirnos palabras hermosas sobre el sufrimiento. Dios no ofrece palabras. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.
Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. No estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no somos solitarios, sino solidarios» (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.

Esto lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

 José Antonio Pagola




viernes, 23 de diciembre de 2022

UNA NOCHE DIFERENTE



En el frío de la noche extiende sus pequeños brazos hacia nosotros, está necesitado de todo, pero viene a darnos todo.






jueves, 8 de diciembre de 2022

El ángel de la apertura

 



Los artistas han simbolizado la apertura en la escena de la anunciación. El ángel que accede a María le habla con franqueza. Le anuncia algo nuevo e inaudito. Y ella con su apertura se dispone para lo aparentemente imposible.

"La apertura puede abrirnos al futuro, a lo que Dios quiera hacer contigo. Algunos se han instalado en su vida de tal forma que cierran el acceso a lo nuevo que Dios les puede encomendar. Debes estar abierto a las nuevas posibilidades que él quiera brindarte. 
Lo nuevo sólo puede desarrollarse en ti si estás abierto, si no te aferras a lo vetusto, si no te congelas en lo que estás viviendo. 

Esta apertura se manifiesta en la disposición a asumir nuevas ideas, aprender nuevos comportamientos, acoger nuevos retos en el trabajo, la familia, la sociedad. Las personas abiertas están dispuestas a aprender lo nuevo en su profesión, asimilar técnicas, permitir nuevos desarrollos. Las personas abiertas son dinámicas y perspicaces".

Ojalá en este Adviento sepamos, como María, abrirnos al misterio del encuentro humano y al encuentro con Dios que sale a nuestro camino.

Anselm Grün


sábado, 26 de noviembre de 2022

Tiempo de esperanza

 



 “Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta.”

¿Significan todavía algo para nosotros las llamadas de Jesús a vivir despiertos?
¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?
¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?

Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra salvación eterna, mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Este será nuestro dialogo final con él si vivimos con los ojos cerrados.

Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.
En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.

Una esperanza en Dios, que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de cierto optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil “egoísmo alargado hacia el más allá”?
Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo es uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco reclama “una Iglesia más pobre y de los pobres”, nos está gritando su mensaje más importante a los cristianos de los países del bienestar.

J.A. Pagola

viernes, 18 de noviembre de 2022

Cristo Rey


El relato de la crucifixión, proclamado en la fiesta de Cristo Rey, nos recuerda a los seguidores de Jesús que su reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total para rescatar al ser humano del mal, el pecado y la muerte.

Habituados a proclamar la "victoria de la Cruz", corremos el riesgo de olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus criaturas. La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del Amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo.
Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente no es besar la Cruz sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida.

Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo. 
El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: "La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella".

¿No hemos de revisar todos cuál es nuestra verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No hemos de acercarnos a él de manera más responsable y comprometida?




sábado, 5 de noviembre de 2022

Gracias por tanto

 

Este es el lema del Día de la Iglesia Diocesana que se celebra este domingo, 6 de noviembre. En esta ocasión la campaña ha querido centrarse en el agradecimiento, porque lograr que las parroquias estén “vivas, apasionadas por Jesucristo y entregadas a los demás” es obra de mucha gente, de su tiempo, de sus oraciones, de su apoyo económico y sus cualidades.

La verdad es que no hacemos las cosas para que se conozcan, ni para que nos feliciten; las hacemos porque nos urge el amor a Dios y a los  hermanos que padecen necesidad o que necesitan que se les anuncie la buena noticia del Evangelio. Bien es cierto que de cara a la sociedad en general es necesario que se reconozca la labor que se lleva a cabo de una manera generosa, anónima, entregada, como hacen tantos voluntarios a través de la Iglesia: en Cáritas, en Manos Unidas, a través de la asistencia a la tercera edad, en centros de rehabilitación, etc. 

Nos gusta que fuera un trabajo callado, pero al mismo tiempo para sostener todas estas actividades se necesita darse a conocer para poder movilizar a más gente, no solo a los cristianos, en el sostenimiento de esta ingente labor".


Ecónomo diocesano, Antonio Nistal

 

 

 

 

sábado, 29 de octubre de 2022

Bienaventurados

 

Si tuviera que quedarme con una única palabra del Evangelio y dejar todas las demás, me quedaría con ésta: "¡Bienaventurados!". Con ella abrió Jesús su mensaje y en ella lo resumió por entero.

Ardía por dentro con el fuego de los profetas de todos los tiempos, y subió a una montaña, como antiguamente había subido Moisés, pero en lugar de aquellos diez mandamientos antiguos de piedra, proclamó a los cuatro vientos ocho alegres pregones: "¡Bienaventurados vosotros!". A pobres, enfermos, perseguidos y a todos los miserables les anunció bienaventuranzas:

"¡Bienaventurados vosotros, no porque sois pobres, claro está, sino porque vais a dejar de serlo!
¡Bienaventurados vosotros, no porque lloráis, sino porque tendréis gozo en lugar de llanto!
¡Bienaventurados vosotros, no porque seáis perseguidos, sino porque ya llega vuestra liberación! ¡Dios os librará!
¡Dios enjugará vuestras lágrimas! ¡Dios os consolará! Ya ha llegado la hora. Confortaos los unos a los otros, para que Dios os conforte. Consolad los unos las lágrimas de los otros, para que Dios os consuele. Liberaos de la miseria los unos a los otros, para que Dios os libere. Sed bienaventurados, para que también Dios pueda ser bienaventurado. Es el tiempo de la bienaventuranza".

Así se pronunció Jesús en lo alto de la montaña, y en esa única palabra resumió todo lo que tenía que decir: "¡Bienaventurados!" Y los cuatro evangelios y todo el Nuevo Testamento no son más que un eco prolongado de esa palabra.

La felicidad es la fuerza imparable que mueve al mundo. La felicidad nos atrae y nos empuja a todos. Todos los seres buscan la felicidad.

¿Y Dios? Dios es el fondo y la fuente de esa sed universal de felicidad. El sueño primero y el mandamiento principal de Dios es la felicidad, la bienaventuranza. ¡Sed bienaventurados, sed felices!

¡Cuán lejos andamos, amigos, de este mensaje nuclear del Nuevo Testamento! ¡Y cuán lejos andamos de nuestro propio corazón! Es como si le hubiéramos dado enteramente la vuelta a la lógica de la bienaventuranza de Jesús. Es como si hubiéramos sepultado el evangelio de la bienaventuranza bajo losas pesadas de piedra, bajo dogmas incomprensibles, bajo rígidas instituciones.

Como si hubiéramos sepultado y ahogado el evangelio de la dicha. Por ejemplo, ¿dónde quedan los anuncios de bienaventuranza de Jesús en las declaraciones y en las comparecencias de algunos dirigentes de la Iglesia? Comparecen demasiadas veces para dar lecciones, para regañar, para separar buenos y malos. Comparecen demasiado poco para anunciar la bienaventuranza de Jesús.

Amigos, acudamos al monte de Jesús. Escuchemos de nuevo los ocho pregones de Jesús: "¡Bienaventurados!". Las bienaventuranzas son la entraña del evangelio, y debemos hacer de ellas jugo de la vida, fermento de la sociedad, savia del mundo, entraña de la Iglesia, levadura que todo lo levante y le dé sabor, que todo lo vuelva bueno y feliz.

Bueno y feliz: eso es todo. ¿No es tan sencillo como el pan? La bondad de la felicidad y la felicidad de la bondad: ambas cosas a la vez. ¿No es ésa la sagrada ley de la vida, la sagrada ley de Dios? ¿Qué podrá hacernos buenos si no es la felicidad? ¿Qué podrá hacernos felices si no es la bondad?

La felicidad nos hará buenos. No te hará bueno una ley en losas de piedra, ni una doctrina hecha de palabras. Únicamente te hará bueno la felicidad, la bienaventuranza de Dios.

La felicidad te hará humilde y manso, compasivo e instrumento de paz.

La felicidad te hará consolador de los que lloran, hambriento y sediento de justicia. Cuanto más feliz seas, más humilde serás. Cuanto más feliz seas, más misericordioso serás. Cuanto más feliz seas, más felices harás.

Y aun cuando lleguen la tribulación y la persecución -que van a llegar-, la felicidad te mantendrá ileso y sano, la bienaventuranza te hará perseverar en la bondad.

En efecto, la felicidad nos hará buenos, sí, pero ¿qué es lo que nos hará felices? Jesús nos lo enseña también en el monte de las bienaventuranzas: la bondad nos hará felices. La humildad te hará feliz, no la grandeza, no el orgullo. La compasión con los que lloran te hará feliz, no la indiferencia, no la dureza. El anhelo y el trabajo de la paz te hará feliz, no el odio, no la fuerza, no la violencia.

Ambas cosas, pues, a la vez. La felicidad nos hará buenos, y la bondad nos hará felices. Y puedes empezar por el lado que quieras, pues ambos lados son en el fondo el mismo lado. De modo que en vano nos empeñaremos en ser buenos sin ser felices, así como también en ser felices sin ser buenos.

En vano nos empeñaremos en ser buenos a base de leyes y obligaciones, al igual que en ser felices con grandeza y poder. ¿Para qué son las leyes y los dogmas y todas nuestras teologías, si no nos hacen buenos haciéndonos felices, y si no nos vuelven felices haciéndonos buenos?

Amigos, volvamos al monte de las bienaventuranzas, sentémonos en torno a Jesús junto con la muchedumbre y aprendamos de nuevo a vivir. La felicidad nos hará buenos, la bondad nos hará felices.

 

José Arregi



jueves, 13 de octubre de 2022

Curso 22-23

 

El próximo domingo, 16 de octubre, a las 12 h. comenzamos la catequesis. 

Os damos la bienvenida.

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

Horario de invierno

 Hoy, sábado 1 de octubre, retomamos el horario de invierno.

 

 HORARIO DE INVIERNO (de 1 de octubre a 31 de mayo) 

 MISAS
  • Días laborables (de martes a viernes):19 h.
  • Sábados y vísperas de fiestas: 19 h.
  • Domingos y festivos: 11, 12 y 13 h.Misa de Nochebuena: 19 h.
 
HORARIO DESPACHO PARROQUIAL  
  • Miércoles de 18 a 19 h.  

VISITAS COLUMBARIOS
  • Martes a sábado: de 18:15 a 19:30 h.
  • Domingos: de  10:30 a 13:30 h.

viernes, 23 de septiembre de 2022

Jornada mundial del migrante y del refugiado

 

 

Cada año, se celebra el último domingo de septiembre la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. El tema elegido este año por el Santo Padre es Construir el futuro con los migrantes y los refugiados.

Esta jornada es una ocasión para expresar nuestra preocupación por las personas vulnerables en movimiento; para rezar por ellos mientras enfrentan muchos desafíos; y para sensibilizar sobre las oportunidades que ofrecen las migraciones.

 

Mensaje del Papa para la JMMR 2022  PDF


viernes, 10 de junio de 2022

Abrirnos al misterio de Dios

A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama «reino de Dios» e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen «cumplir la voluntad del Padre». Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos». Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

José Antonio Pagola

 

 

 

 


lunes, 30 de mayo de 2022

La fuerza del Espíritu

La fuerza del Espíritu Santo – Secreto de los primeros cristianos | La  Oración

Si el tiempo en el que Jesús vivió es el tiempo del Hijo, nosotros hoy vivimos en el tiempo del Espíritu. Esa es la manera en que el Dios vivo se hace presente hoy en día y la manera en que, a veces, le intuimos. El Espíritu de Dios no es un pájaro ni una hoguera celeste, aunque esas imágenes nos ayuden a veces a poner nombre a lo que se nos escapa. Es algo que a veces, muy dentro, nos hace profundamente humanos, nos ayuda a asomarnos a Dios, nos hace eternos. Es deseo, es sed, es coraje. Es el bien que habita en nosotros. El Dios mismo al que buscamos y el reflejo de ese Dios en cada persona. Quizás es la semilla de Dios que late en el interior de cada uno, pero que jamás se va a imponer contra nuestra voluntad.

Vivir la resurrección hoy en día es dejar que el Espíritu, en nosotros, nos muestre que está vivo. Y esto se materializa a través de algunas búsquedas importantes de nuestra historia: buscamos la sabiduría –y la verdad. Buscamos la justicia que consiste en intuir la realidad profunda de cada persona. Buscamos la fe, siempre viva, siempre nueva. Buscamos la fortaleza de los vulnerables, de los débiles, de los frágiles. Esa fortaleza que tenemos dentro para levantarnos una y otra vez, para reír en las horas difíciles y para tirar de quien ya no tiene más fuerzas. Buscamos el amor. No cualquier cosa que llamamos amor. El amor que descubrimos en el Dios de Jesús. El amor de la Última Cena. El amor capaz de dar la vida por los otros, por el prójimo. El amor capaz de salir del propio interés, para preguntar: «¿Qué puedo hacer por ti?» Ese amor capaz de mover montañas. Un amor que solo se encuentra cuando se decide darlo. Lo sorprendente, lo bonito, lo especial de estas búsquedas, es que nunca terminamos de llegar al final. Que una y otra vez tenemos que lanzarnos, con las manos vacías, en pos de algo que se nos escapa.

En todas esas búsquedas alienta el espíritu. Y en todas ellas aprendemos a «ver», «sentir», «intuir» y «escuchar» a Dios en nuestro mundo. Presente, aunque no lo entendamos del todo. De alguna forma, todos llevamos destellos de ese Dios que late en nosotros. Por eso, a veces lo intuiremos buceando en nosotros mismos. Y otras veces mirando alrededor podremos percibirlo en otros. Al experimentar el perdón y la misericordia, al sentirnos felices sin motivo, con una alegría serena que dura, que resiste a la dificultad, que se llama «sentido». Al experimentar, aunque sea en momentos fugaces, el amor verdadero y generoso, la libertad más profunda, el cansancio de sentir que uno ha cumplido con lo que se esperaba de él. Al decir una verdad que puede resultar incómoda, pero que uno entiende que es justo y honesto proclamar. Al vivir la gratitud por tanto bien recibido. En todos esos momentos, nos demos cuenta o no, alienta el Espíritu, que vibra en lo más profundo de cada uno de nosotros.

El buscador de Dios tiene algo de peregrino. Para el peregrino es importante el destino, pero es también importante el camino, cada etapa, cada día con sus afanes. A veces la marcha se hace llevadera, pero otros días se te pone todo muy cuesta arriba. En ocasiones caminas con otros, que tiran de ti, o tú tiras de ellos. Y es en la conversación, en los relatos compartidos, en las anécdotas o enseñanzas, donde uno aprende, y por eso mismo se va haciendo más sabio. En otras ocasiones caminas solo, y en el silencio aprendes a escuchar de otra manera, a la naturaleza, a los lugares por los que pasas, y al Dios que está detrás de todo ello. En el camino vas aprendiendo a distinguir lo importante de lo accesorio, a irte gastando, a descubrir y poner en práctica valores que sirven para la vida. Hay días en que estás risueño, y otros en que avanzas más sombrío, más arisco, con menos humor.

Somos, en cualquier caso y siempre de camino, buscadores. De Dios, de los otros y de nosotros mismos. Ese Dios que se encarnó en Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien. Que vivió entre los hombres y mujeres de su época y les enseñó lo que es el Amor verdadero. Nosotros continuamos la senda de aquellos que, en el encuentro con él, vieron transformada su vida. Somos Pedro equivocado. Y Juan que echa a correr. Somos José de Arimatea que da un paso al frente. Y Magdalena, que no se quiere apartar de él. Somos María con el corazón traspasado, incapaz de comprender, pero dispuesta a arriesgar y confiar. Somos el Cireneo cargando con la cruz. Somos, a veces, personas encerradas en jaulas de oro. Pero también somos capaces de salir a la intemperie para dejar que, en ella, la vida se nos muestre en toda su complejidad y grandeza. Somos la mujer de Pilato que intercede por el justo, y el propio Pilato perdido en su egoísmo. Somos Caifás, atascado en lo establecido, pero también somos los discípulos de ojos abiertos y corazón generoso, dispuestos a escuchar una palabra nueva.

Somos los testigos del resucitado. Ese Dios que, en Jesús, fue crucificado, aplastado por los poderes injustos y que, en la cruz, abrazó a la humanidad entera para reencontrarse con nosotros. Lo buscamos porque creemos que resucitó y que su espíritu sigue alentando y despertando, en nuestro mundo, a todos aquellos que viven en tinieblas, en sombras, y que necesitan hoy, como siempre, sostener la vida en el Amor.

 J.M. Olaizola

lunes, 16 de mayo de 2022

lunes, 18 de abril de 2022

Testigos


Nos fiamos de la gente. Hay una verdad que nos vamos contando unos a otros. De hecho, nuestra confianza se remonta al testimonio de aquellos primeros testigos de la resurrección. Ellos pasaron de la vacilación a la seguridad y comunicaron lo que habían visto. 

Eso son los testigos: los que cuentan lo que han visto, oído, experimentado, y lo hacen de tal forma que resulta creíble. La experiencia del resucitado en las vidas de aquellos hombres y mujeres es la experiencia de un fuego que comienza a encenderse y a encender otras vidas. Un fuego que se enciende en la soledad del sepulcro. Que sigue con María, con algunos discípulos y, tras ellos, con muchos hombres y mujeres, hasta hoy. Tal era su convicción que contagiaron a otros. Los que creen habiendo visto abren la puerta a los que creen sin haber visto. 

Magdalena, Pedro y Juan, los de Emaús, Tomás, los que estaban en Pentecostés, Pablo... y, tras ellos, tantos otros testigos. Hombres y mujeres que a lo largo de la historia han creído, han buscado, han caminado, como gente que desde su  experiencia vital y desde sus anhelos más profundos, sigue arriesgándose a creer. Y convirtiendo el evangelio en buena noticia; la esperanza en su horizonte; la bienaventuranza en su lógica, y el Amor en su bandera. 

Esa es, en parte, nuestra mayor responsabilidad. No se trata tan solo de fiarnos de los testigos que nos lo cuentan. Se trata también de convertirnos nosotros mismos en portadores de esa noticia. Nosotros somos –o podríamos ser– los testigos del resucitado. Al compartir y transmitir nuestras certidumbres y nuestras preguntas. Nuestras palabras, nuestras acciones, nuestros gestos hablan de aquello por lo que apostamos y nos jugamos la vida. De aquello que nos mueve, que nos inquieta o que nos asusta. Hay muchas personas que, en su fe, transmiten vida, personas cuya confianza invita a creer en algo más. Son, hoy también, testigos que transmiten ese fuego.

J.M.R.Olaizola

 

 

viernes, 8 de abril de 2022

Celebraciones de Semana Santa

  

Domingo 10
 
Misa y Bendición de los ramos: 11 h - 12 h - 13 h. 
 
 
Jueves Santo 

Misa de la Cena del Señor: 18 h. A continuación Santo Rosario.

Turnos de adoración: Hasta las 22 h.
 
Hora Santa: 22 h.

Viernes Santo

Turnos de adoración: De 10 h. a 16 h. 

Pasión del Señor: 17 h.  A continuación Santo Rosario.


 

Sábado Santo
 
Celebración de la Vigilia Pascual: 21 h. 

Domingo de Pascua
 
 
Misas: 11 h - 12 h - 13 h.

Vídeos:Quiero Ver



 

sábado, 26 de marzo de 2022

Iglesia en escucha

 El próximo miércoles, 30 de junio, a las seis y media de la tarde está convocada una reunión para formar el grupo parroquial de consulta sinodal.

Todos estamos llamados a participar, a escuchar y ser escuchados, a hacer nuestra aportación. 

Haremos una reflexión para ver: 

"Qué mejorar".

"Qué cambiar".

"Qué sostener".



viernes, 4 de marzo de 2022

Este es el tiempo favorable

 Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2022

Queridos hermanos y hermanas:

 La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad hagamos el bien a todos».

 La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

 Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Sin embargo, Dios da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor.

 No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario orar siempre sin desanimarse. Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. En estos tiempos estamos palpando nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios.

 La Cuaresma nos recuerda cada año que el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día.Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, que no tarde en volver a Él, que es rico en perdón. En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos.

                                                                                             Archivo:FirmaPapaFrancisco.svg - Wikipedia, la enciclopedia libre

viernes, 25 de febrero de 2022

Llamamiento del Papa por la Paz en Ucrania

 

El papa Francisco ha hecho un llamamiento a creyentes y no creyentes a unirse en oración por la paz en Ucrania el próximo 2 de marzo, miércoles de ceniza.

El Santo Padre exhorta a todas la partes implicadas «que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional». 

 «Tengo un gran dolor en el corazón por el empeoramiento de la situación en Ucrania. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de las últimas semanas se están abriendo escenarios cada vez más alarmantes. Al igual que yo, mucha gente en todo el mundo está sintiendo angustia y preocupación. Una vez más la paz de todos está amenazada por los intereses de las partes. Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos. Pido a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional.

Y quisiera hacer un llamamiento a todos, creyentes y no creyentes. Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una Jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra».

 Papa Francisco