Los seres humanos somos eminentemente sociales. ¿Qué significa esta
dimensión social? Quiere decir que tenemos conciencia de quienes somos;
que podemos y que tenemos necesidad de comunicarnos con los demás; que
podemos y que tenemos necesidad de hacer planes y proyectos en nuestra
vida; que necesitamos tener y cultivar los amigos; que no podemos
vivir sin una familia, verdadera escuela de amor, de amistad y de
valores.
Hay muchos niveles en que desarrollamos la dimensión social. Se suele hacer una distinción, que ya es clásica, entre sociedad y comunidad, entre relaciones sociales y comunitarias. Las primeras, las sociales, implican unas relaciones más lejanas, menos íntimas, más formales. Este es el caso de los ámbitos político, del trabajo, de las sociedades culturales, deportivas... En cambio, las relaciones comunitarias implican unas relaciones más cercanas, constituyen el núcleo duro de la dimensión social y tocan más profundamente las relaciones interpersonales; es el caso de la familia, las amistades, los grupos sociales más cercanos y entrañables, y también de la vida eclesial.
Es evidente que la fe, en este caso la cristiana, es una opción
personal y libre, es un don de Dios que debe ser aceptado de manera
íntima por cada persona. La fe es razonable, es decir, tenemos razones
para creer; pero en último término es siempre un acto libre y personal
de seguimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios. Ahora bien, la fe no es
solo un acto íntimo y personal, es también un acto comunitario, porque
es la fe que nos llega por la Iglesia, que se vive en su seno y que
crece cuando se comparte.
La palabra griega ekklesia (iglesia) significa congregación,
comunidad, vida en común. Se trata de vivir en Iglesia, en comunidad,
con unas relaciones estrechas y cordiales, como nos transmite el libro
de los Hechos de los Apóstoles. La tradición católica pone un acento
especial en la vida comunitaria, en hacer camino juntos siguiendo a
Jesucristo. En la Iglesia se arropa, se acompaña, se avanza juntos.
«Somos una gran familia contigo» es nuestro lema para la Jornada de
la Iglesia Diocesana. Este lema nos recuerda que la
Iglesia es una familia, en la que todo tiende a ser cercano, amable,
desinteresado, compartido. En que los que más tienen se hacen
solidarios con los que no tienen lo necesario. Por ello, la Iglesia
dedica un día a hacer una colecta extraordinaria para cada una de las
iglesias locales diocesanas.
Construir la fraternidad es una invitación que hemos recibido del
Señor. La Iglesia quiere trabajar para hacer familia, para promover la
cohesión y la concordia en la sociedad en que vive. Contamos todos para poner nuestro granito de arena para
construir un mundo en paz y en libertad. No dejemos de colaborar con nuestra aportación económica, pero sobre todo con nuestra oración y
compromiso personal.
Juan José Omella Omella