- Contempla y disfruta de la naturaleza. Dios nos habla en la Creación. Escucha su voz en el canto de los pájaros, la quietud de un paisaje, la vibrante vida de un arroyo, el atardecer en una playa. [La encíclica ‘Laudato si” del papa Francisco en 50 frases]
- Disfruta de la amistad. Aprovecha que tienes más tiempo para estar con tus amigos y amigas. Practica con ellos mucho deporte, juega, salta, corre, baila... Recuerda lo que dice la Biblia: “Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro” (Eclesiástico 6,14).
- Conoce a gente nueva. El verano nos lleva a lugares nuevos y nos hace conocer personas distintas, de toda raza, lengua, pueblo, nación y religión. Ellas están esperando lo que tú les puedes aportar. Tú abre tu mente, corazón y alma a lo que estas personas te ofrezcan.
- Gestiona la tristeza, el miedo o el aburrimiento, que también hacen su aparición en este tiempo. Poner por escrito lo que sientes o hablar y compartir esto con alguien, ayuda a afrontar y superar las dificultades. Sin duda, Jesús también está esperándote para que le confíes estos momentos: “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”.
- Lee lo máximo posible. Lee la Escritura con calma. Deja que la voz de Dios resuene en ti y ponla en práctica. Lee libros que te ayuden a mantener viva tu fe. Lee esa novela o ese cuento que tanto deseas. Leer nos invita a soñar, nos da a conocer nuevos mundos e ideas. Leer nos regala libertad.
- Evita todas las cosas, situaciones y personas que te hagan sentir negativo y vacío. Busca situaciones estimulantes y amigos y amigas que te aprecian y te entienden por ser quien eres. Busca el abrazo misericordioso de Dios Padre y llénate de la alegría del evangelio.
- Date, regálate a los demás. Dedicar tiempo, esfuerzo, talento para mejorar en mil y un gestos la vida de conocidos y desconocidos es de las experiencias más apasionantes que puedes vivir en este tiempo.
- Disfruta del “calor” de la familia. Es un calor que no agobia, que no es pegajoso, sino que es un calor que refresca, reconforta, nos devuelve la paz y la sonrisa perdida. La familia es el mejor escenario para que este verano sea un tiempo de gracia.
- Ora. Dedica tiempo a hablar con Dios, a escucharle. Cuida esa Amistad. Búscale a Él y te reencontrarás contigo mismo.
- Déjate acompañar por la comunidad cristiana. En este tiempo, las comunidades suelen proponer actividades distintas (campamentos, campos de trabajo, convivencias, retiros o ejercicios espirituales). Participa en ellas. Y, por supuesto, vive la Eucaristía dominical allá donde estés: empápate. Es la mejor manera de seguir alimentando lo que ha nacido y crecido en este curso.
- Por último, no olvides que Dios no se va nunca de vacaciones. Él no descansa, porque tu descanso es el suyo; su felicidad, la tuya. Él está siempre para ti, para acompañarte, sostenerte y ofrecerte su infinita ternura y amor. Vive este tiempo unido a Él.