sábado, 31 de agosto de 2024

Una religión vacía de Dios

Los cristianos de la primera y segunda generación recordaban a Jesús no tanto como un hombre religioso, sino como un profeta que denunciaba con audacia los peligros y trampas de toda religión. Lo suyo no era la observancia piadosa por encima de todo, sino la búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.

Marcos, el evangelio más antiguo y directo, presenta a Jesús en conflicto con los sectores más piadosos de la sociedad judía. Entre sus críticas más radicales hay que destacar dos: el escándalo de una religión vacía de Dios y el pecado de sustituir su voluntad por «tradiciones humanas» al servicio de otros intereses.

Jesús cita al profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos». Luego denuncia en términos claros dónde está la trampa: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Este es el gran pecado. Una vez que hemos establecido nuestras normas y tradiciones, las colocamos en el lugar que solo ha de ocupar Dios. Las ponemos por encima incluso de su voluntad: no hay que pasar por alto la más mínima prescripción, aunque vaya contra el amor y haga daño a las personas.

En esa religión, lo que importa no es Dios, sino otro tipo de intereses. Se le honra a Dios con los labios, pero el corazón está lejos de él; se pronuncia un credo obligatorio, pero se cree en lo que conviene; se cumplen ritos, pero no hay obediencia a Dios, sino a los hombres.

Poco a poco olvidamos a Dios y luego olvidamos que lo hemos olvidado. Empequeñecemos el evangelio para no tener que convertirnos demasiado. Orientamos la voluntad de Dios hacia lo que nos interesa y olvidamos su exigencia absoluta de amor.

Este puede ser hoy nuestro pecado. Agarrarnos como por instinto a una religión desgastada y sin fuerza para transformar nuestras vidas. Seguir honrando a Dios solo con los labios. Resistirnos a la conversión y vivir olvidados del proyecto de Jesús: la construcción de un mundo nuevo según el corazón de Dios.

José Antonio Pagola




domingo, 25 de agosto de 2024

¿También vosotros queréis marcharos?

 









El mundo en que vivimos no puede ya ser considerado como cristiano. Las nuevas generaciones no aceptan fácilmente la visión de la vida que antes se transmitía de padres a hijos por vía de autoridad. Las ideas y directrices que predominan en la cultura moderna se alejan mucho de la inspiración cristiana.

Esto significa que la fe ya no es «algo evidente y natural». Lo cristiano está sometido a un examen crítico cada vez más implacable. Son muchos los que en este contexto se sienten sacudidos por la duda, y bastantes los que, dejándose llevar por las corrientes del momento, lo abandonan todo.

Una fe combatida desde tantos frentes no puede ser vivida como hace unos años. El creyente no puede ya apoyarse en la cultura ambiental ni en las instituciones. La fe va a depender cada vez más de la decisión personal de cada uno. Será cristiano quien tome la decisión consciente de aceptar y seguir a Jesucristo. Este es el dato tal vez más decisivo en el momento religioso que vive hoy Europa: se está pasando de un cristianismo por nacimiento a un cristianismo por decisión.

Ahora bien, la persona necesita apoyarse en algún tipo de experiencia positiva para tomar una decisión tan importante. La experiencia se está convirtiendo en una especie de criterio de autenticidad y en factor fundamental para decidir la orientación de la propia vida. Esto significa que, en el futuro, la experiencia religiosa será cada vez más importante para fundamentar la fe. Será creyente aquel que experimente que Dios le hace bien y que Jesucristo le ayuda a vivir.

El relato evangélico de Juan resulta hoy más significativo que nunca. En un determinado momento, muchos discípulos de Jesús dudan y se echan atrás. Entonces Jesús dice a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contesta en nombre de todos desde una experiencia básica: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos». Muchos se mueven hoy en un estado intermedio entre un cristianismo tradicional y un proceso de descristianización. No es bueno vivir en la ambigüedad. Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Y tú, ¿también quieres marcharte?

J.A. Pagola