lunes, 26 de mayo de 2025

Un día inolvidable

 Ayer, domingo 25 de mayo, un grupo de niños y niñas de nuestra Parroquia, después de tres curso de catequesis celebraron la Primera Comunión. 

Fue un día de gran alegría para todos.
















sábado, 24 de mayo de 2025

Domingo VI de Pascua


 

Jesús es realista. Ve a sus discípulos tristes y acobardados. Viven las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? Les infunde ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.


El primero es que no se olvide su mensaje, la Buena Noticia de Dios. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: «el que me ama, guardará mi palabra…». ¿Qué hacemos nosotros con el Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo manejamos según nuestros intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo reconvertimos con nuestras doctrinas?

El segundo deseo va unido al anuncio de que el Padre enviará en su nombre un Defensor. No sentirán su ausencia. El Espíritu Santo los defenderá del riesgo de desviarse de él. Les explicará mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Los educará en su estilo de vida. Los cristianos de hoy, ¿nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?

Y el tercer deseo y don es la paz. La paz de Jesús es fruto de su unión íntima con el Padre. Nacerá en el corazón de los discípulos si acogen el Espíritu. Es la paz que han de contagiar siempre y nunca perderla.


Fray José Antonio Fernández de Quevedo



sábado, 17 de mayo de 2025

Domingo V de Pascua

 


Jesús comparte con sus discípulos los últimos momentos antes de volver al misterio del Padre. El relato de Juan recoge cuidadosamente su testamento: lo que Jesús quiere dejar grabado para siempre en sus corazones: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado».

El evangelista Juan tiene su atención puesta en la comunidad cristiana. No está pensando en los de fuera. Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrán que querer como «amigos», porque así los ha querido Jesús: «Vosotros sois mis amigos»; «ya no os llamo siervos, a vosotros os he llamado amigos». La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad.

Esta imagen de la comunidad cristiana como «comunidad de amigos» quedó pronto olvidada. Durante muchos siglos, los cristianos se han visto a sí mismos como una «familia» donde algunos son «padres» (el papa, los obispos, los sacerdotes, los abades…); otros son «hijos» fieles, y todos han de vivir como «hermanos».

Entender así la comunidad cristiana estimula la fraternidad, pero tiene sus riesgos. En la «familia cristiana» se tiende a subrayar el lugar que le corresponde a cada uno. Se destaca lo que nos diferencia, no lo que nos une; se da mucha importancia a la autoridad, el orden, la unidad, la subordinación. Y se corre el riesgo de promover la dependencia, el infantilismo y la irresponsabilidad de muchos.

Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es superior a otro. Se respetan las diferencias, pero se cuida la cercanía y la relación.

Entre amigos es más fácil sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se va, y los que se quedan apenas lo sienten.

José Antonio Pagola

sábado, 10 de mayo de 2025

Domingo IV de Pascua

 


Se pueden hacer toda clase de estudios y diagnósticos. Lo cierto es que el mundo necesita hoy savia nueva para vivir. Las Iglesias andan buscando aliento y esperanza. Las muchedumbres pobres del planeta reclaman justicia y pan. Occidente ya no sabe cómo salir de esa tristeza mal disimulada que ningún bienestar logra ocultar.

El problema no es solo de cambios políticos ni de renovaciones teológicas, sino de vida. Estamos necesitados de algo parecido al «fuego» que prendió Jesús en su breve paso por la tierra: su mística, su lucidez, su pasión por el ser humano. Necesitamos personas como él, palabras como las suyas, esperanza y amor como los suyos. Necesitamos volver a Jesús.

Desde el inicio, los cristianos vieron que él podía guiar a los seres humanos. Con su conocido lenguaje, el cuarto evangelio lo presenta como el «pastor» capaz de liberar a las ovejas del aprisco donde se encuentran encerradas para «sacarlas afuera», a un país nuevo de vida y dignidad. Él marcha por delante marcando el camino a quienes lo quieren seguir.

Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios. Cada uno ha de escuchar su voz sin confundirla con la de extraños, que no son sino «ladrones» que quitan al pueblo luz y esperanza.

Esto es lo decisivo: no escuchar voces extrañas, huir de mensajes que no vienen de Galilea. Siempre que la Iglesia ha buscado renovarse se ha desencadenado una vuelta a Jesús para seguir de nuevo sus pasos. 

Pero volver a Jesús no es tarea exclusiva del papa ni de los obispos. Todos los creyentes somos responsables. Para volver a Jesús no hay que esperar ninguna orden. Francisco de Asís no esperó a que la Iglesia de su tiempo tomara no sé qué decisiones. Él mismo se convirtió al evangelio y comenzó la aventura de seguir a Jesús de verdad. ¿A qué tenemos que esperar para despertar entre nosotros una pasión nueva por el evangelio y por Jesús?

Como nos ha recordado el nuevo Papa, "sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo va delante de nosotros".



viernes, 9 de mayo de 2025

Habemus Papam!

 


León XIV, nuevo Papa de la Iglesia católica

El cardenal Prevost es desde ayer, 8 de mayo de 2025, el Santo Padre León XIV.


Palabras del Santo Padre 

¡La paz sea con todos vosotros!
Queridísimos hermanos y hermanas: Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, alcance a vuestras familias, a todas las personas, allí donde estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea con vosotros!

Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos incondicionalmente. ¡Todavía conservamos en nuestros oídos aquella voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía a Roma!

El Papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana del día de Pascua. Permitidme que dé continuidad a aquella misma bendición: ¡Dios nos quiere bien, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá! Estamos todos en las manos de Dios.

Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, vayamos adelante: somos discípulos de Cristo, Cristo nos precede. El mundo tiene necesidad de su luz. La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor.

Ayudaos también vosotros, los unos a los otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz.



sábado, 3 de mayo de 2025

Domingo III de Pascua




Los Apóstoles son los «testigos» privilegiados del ministerio, la muerte y resurrección del Señor. Nuestra fe se apoya en su valiente testimonio, puesto a prueba después de la experiencia de Pentecostés. La fuerza y la guía del Espíritu Santo les impulsó a salir sin miedo a las calles de Jerusalén para anunciar el misterio de Cristo, por el que Dios reconcilió a toda la humanidad. La llamada a la conversión resuena en Pascua con tanta fuerza o más que en cualquier otro tiempo litúrgico.

También nosotros, como los Apóstoles, estamos llamados a testimoniar al amor de Dios por la humanidad, un amor que le movió a enviarnos a su Hijo querido para que nos mostrara con la mayor claridad posible la grandeza de este amor y su firme voluntad de salvarnos, incluso pagando un precio muy alto. Como decía Hans Urs von Balthasar, «solo el amor es digno de fe». Dios es digno de ser creído porque en el misterio pascual nos ha mostrado hasta qué punto ama a la humanidad y a cada uno de los miembros que la componemos. Quien ha experimentado en su vida la grandeza de este amor, no puede sino volverse a Dios de todo corazón y corresponderle con todo su ser.



Fray Manuel Ángel Martinez Juan