El Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Los evangelistas presentan a la
Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de
Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en
ella con espíritu nuevo y más evangélico.
María es la gran creyente. La
primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos
y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los
pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo
perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que
acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de
Jesús.
Lucas, por su parte, nos invita a
hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia
Jesús, pues en el "Magníficat" brilla en todo su esplendor la fe de
María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.
María comienza proclamando la
grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra
en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María
es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los
sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre,
porque se oculta a «sabios y entendidos»
y se revela a «los sencillos». La fe
de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.
María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».
Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a
todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con
todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde
su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y
nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.
María proclama también al Dios de
los pobres porque «derriba del trono a
los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el
contrario, «enaltece a los humildes»
para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y
«los despide vacíos»; por el
contrario, a los hambrientos «los colma
de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba
Jesús: «los últimos serán los primeros».
María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.
María nos enseña como nadie a
seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más
fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.
J. A. Pagola