Ante el actual desarrollo de la economía y la dificultad que
atraviesa la actividad laboral, es necesario reafirmar que el trabajo es
una realidad esencial para la sociedad, para las familias y para los
individuos. El trabajo, en efecto, concierne directamente a la persona,
su vida, su libertad y su felicidad. El valor principal del trabajo es
el bien de la persona humana, porque la realiza como tal, con sus
actitudes y capacidades intelectivas, creativas y manuales. De aquí
deriva que el trabajo no tiene solamente una finalidad económica y de
ganancia, sino sobre todo una finalidad que implica al hombre y su
dignidad. La dignidad del hombre está vinculada al trabajo. He escuchado
a algunos jóvenes obreros que están sin trabajo, y me han dicho esto:
«Padre, en casa —mi esposa, mis hijos— comemos todos los días, porque en
la parroquia, o en el club, o en la Cruz Roja nos dan de comer. Pero,
Padre, yo no sé lo que significa traer el pan a casa, y tengo necesidad
de comer, pero necesito tener la dignidad de llevar el pan a casa». ¡Y
esto es el trabajo! Y si falta el trabajo se lastima esta dignidad.
Quien está desocupado o subempleado corre el peligro, en efecto, de ser
colocado a los márgenes de la sociedad, de convertirse en una víctima de
la exclusión social. Muchas veces sucede que las personas sin trabajo
—pienso sobre todo en los numerosos jóvenes actualmente desempleados—
caen en el desaliento crónico o, peor, en la apatía.
¿Qué podemos decir ante el gravísimo problema de la desocupación que
afecta a diversos países europeos? Es la consecuencia de un sistema
económico que ya no es capaz de crear trabajo, porque ha puesto en el
centro a un ídolo, ¡que se llama dinero! Por lo tanto, los diversos
entes políticos, sociales y económicos están llamados a favorecer un
planteamiento distinto, basado en la justicia y en la solidaridad. Esta
palabra, en este momento, corre el riesgo de ser excluida del
diccionario. Solidaridad: parece como una palabra fea. ¡No! La
solidaridad es importante, pero este sistema no la quiere, prefiere
excluirla. Esta solidaridad humana que asegura a todos la posibilidad de
desempeñar una actividad laboral digna. El trabajo es un bien de todos,
que debe estar al alcance de todos. La fase de grave dificultad y
desocupación se debe afrontar con los instrumentos de la creatividad y
la solidaridad. La creatividad de empresarios y artesanos valientes, que
miran al futuro con confianza y esperanza. Y la solidaridad entre todos
los componentes de la sociedad, que renuncian a algo, adoptan un estilo
de vida más sobrio, para ayudar a quienes se encuentran en una
condición de necesidad.
Queridos hermanos y hermanas, no dejéis jamás de esperar en un futuro
mejor. Luchad por esto, luchad. No os dejéis atrapar por el vórtice del
pesimismo, ¡por favor! Si cada uno hace lo que le corresponde, si todos
ponen siempre en el centro a la persona humana, no el dinero, con su
dignidad, si se consolida una actitud de solidaridad y compartir
fraterno, inspirada en el Evangelio, se podrá salir del pantano de una
estación económica y laboral ardua y difícil.
FRANCISCO
FRANCISCO
DISCURSO A LOS DIRIGENTES Y OBREROS DE LAS FÁBRICAS DE ACERO DE TERNI
Y A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE TERNI-NARNI-AMELIA
Y A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE TERNI-NARNI-AMELIA