Los cristianos queremos vivir «con el Espíritu de Jesús». El Espíritu es memoria viviente de Jesús y el Espíritu es el Señor y dador de vida.
El Espíritu hace presente a Jesús y actúa en su nombre, tal como lo había anunciado: «El Espíritu Santo os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» es, pues, memoria viviente de Jesús, nos dice cosas que éste nunca dijo, pero que las habría dicho de haber vivido hoy entre nosotros. Es la más íntima comunicación de Dios a los hombres.
El Espíritu despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Nos enseña a vivir confiando en el amor de Dios, nuestro Padre. El Espíritu Santo nos enseña a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas. Y si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de la Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.