El pasado 4 de octubre, con una misa en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco inauguró la última etapa del Sínodo.
El pontífice señaló la necesidad de convertir a la iglesia en un lugar de “bienvenida para todos”. En la agenda de prioridades hay llamados a ascender a más mujeres a roles de gran valor en la iglesia, incluso como diaconisas; formas de dar una mejor inclusión a los católicos de la comunidad LGBTIQ+; nuevas medidas de rendición de cuentas para verificar cómo los obispos ejercen su autoridad para prevenir abusos; el impacto del cambio climático en los pobres y que los feligreses del común tengan más voz en la iglesia.
"No es un parlamento polarizado, sino un lugar de gracia y comunión"
El Papa Francisco destacó que en tiempos difíciles existe la tentación de ser “una iglesia rígida”, que se arma contra el mundo, mira hacia atrás y se encierra en sí misma, pero que, en cambio, se debe dar una visión alternativa:
"Una iglesia unida y fraterna, que escucha y dialoga; una iglesia que bendice y alienta, que ayuda a quienes buscan al Señor, que con amor despierta a los indiferentes, que abre caminos para atraer a las personas a la belleza de la fe. Una iglesia que tiene a Dios en su centro y, por tanto, no está dividida internamente y nunca es dura externamente".