El lema de este año nos lo ofrece el papa Francisco, inspirándose en la parábola del banquete de bodas. La misión es un “ir” incansable para invitar al mundo entero al banquete de la fraternidad, de la Eucaristía, de la reunión final con el Señor; una invitación hecha con el estilo de Cristo -con ternura, caridad y cercanía-, que es quien nos envía y al cual anunciamos. Porque la salvación que Jesús ha venido a traernos es para “todos, todos, todos” y, en especial, para los últimos, los lejanos, los excluidos.
Esta jornada tiene como fin apoyar a los misioneros en su labor evangelizadora, desarrollada entre los más pobres. Se trata de una llamada a la responsabilidad de todos los cristianos en la tarea evangelizadora. Para ello, se invita a los creyentes a amar y apoyar la causa misionera ayudando a los misioneros en su misión de transmitir el mensaje de Jesús.