Una de las aportaciones más valiosas del evangelio al hombre contemporáneo es la de ayudarle a vivir con un sentido más humano en medio de una sociedad enferma de «neurosis de posesión».
El modelo de sociedad y de convivencia que configura nuestro vivir diario está basado no en lo que cada persona es, sino en lo que cada persona tiene. Lo importante es «tener» dinero, prestigio, poder, autoridad… El que posee esto sale adelante y triunfa en la vida. El que no logra algo de esto queda descalificado.
Desde los primeros años, al niño se le educa más para «tener» que para «ser». Lo que interesa es que se capacite para que el día de mañana «tenga» una posición, unos ingresos, un nombre, una seguridad. Así, casi inconscientemente, preparamos a las nuevas generaciones para la competencia y la rivalidad.
Vivimos en un modelo de sociedad que fácilmente empobrece a las personas. La demanda de afecto, ternura y amistad que late en todo ser humano es atendida con objetos. La comunicación queda sustituida por la posesión de cosas.
Las personas se acostumbran a valorarse a sí mismas por lo que poseen. Y, de esta manera, corren el riesgo de irse incapacitando para el amor, la ternura, el servicio generoso, la ayuda solidaria, el sentido gratuito de la vida. Esta sociedad no ayuda a crecer en amistad, solidaridad y preocupación por los derechos del otro.
Por eso cobra especial relieve en nuestros días la invitación de Jesús a valorar a la persona desde su capacidad de servicio y solidaridad. La grandeza de una vida se mide en último término no por los conocimientos que posee, ni por los bienes que ha conseguido acumular, ni por el éxito que ha podido alcanzar, sino por la capacidad de servir y ayudar a otros a vivir de manera más humana.
Cuántas gentes humildes, como la viuda del evangelio, aportan más a la humanización de nuestra sociedad con su vida sencilla de solidaridad y ayuda generosa a los necesitados que muchos protagonistas de la vida social, política o religiosa, hábiles defensores de sus intereses, su protagonismo y su posición.
José Antonio Pagola