sábado, 23 de noviembre de 2024

Cristo Rey

 



Según la fe o experiencia cristiana, Dios manifiesta su poder en la misericordia; no imponiéndose por la fuerza sino seduciendo desde el amor. 

Con esa lógica funciona también la realeza de Jesucristo. Es la lógica de la espiritualidad cristiana que venimos celebrando a lo largo del año en la liturgia y de alguna forma se proclama en este domingo con la festividad de Cristo Rey: la muerte por amor es condición para crecer en humanidad.


No se trata celebrar a Jesucristo como rey todopoderoso que se impone por la fuerza sobre los grandes imperios que dominan a los demás por sus ejércitos bien pertrechados de armas sofisticadas. Se trata más bien de ofrecer el camino de servir a los demás con amor como única forma de ejercer el poder económico, político, cultural o religioso. 

Visión iluminadora para nuestra actualidad donde la nefasta ideología del imperialismo está provocando conflictos que manchan la tierra con sangre de inocentes. La lógica individualista del mercado está pervirtiendo incluso los ámbitos de gratuidad como es la misma familia. Mientras proclamamos la dignidad inviolable de todas las perdonas, valoramos a hombres y mujeres por lo rentable que son económicamente y por la utilidad que nos aportan.

No sea así entre nosotros.



Fr. Jesús Espeja Pardo O.P


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sábado, 16 de noviembre de 2024

Domingo 33 Tiempo Ordinario




Hoy se nos presenta en el Evangelio, con lenguaje apocalíptico, el final de los tiempos, tope y meta tenaz e inamovible, por más que lo disimulemos con las tinieblas de nuestra imaginación evasiva.

Sin embargo, los que creen en Jesús no han de temer… Él anuncia su vuelta y regreso, pero volverá cuando acabe el tiempo para juzgar a todos como juez y padre salvador.

Si vemos así el final de estos tiempos, como momento de encuentro con Jesús, el miedo quedaría mitigado y nuestro corazón se encontrará lleno de alegre esperanza en ese encuentro.

Estamos, en definitiva, ante una llamada a estar atentos a la voz del Señor, no para tener miedo, sino para saber que el Señor quiere saber de nuestra vida y de lo que hemos hecho en ella.

Fray Carmelo Preciado Medrano O.P




sábado, 9 de noviembre de 2024

Domingo 32 Tiempo ordinario

 


Una de las aportaciones más valiosas del evangelio al hombre contemporáneo es la de ayudarle a vivir con un sentido más humano en medio de una sociedad enferma de «neurosis de posesión».

El modelo de sociedad y de convivencia que configura nuestro vivir diario está basado no en lo que cada persona es, sino en lo que cada persona tiene. Lo importante es «tener» dinero, prestigio, poder, autoridad… El que posee esto sale adelante y triunfa en la vida. El que no logra algo de esto queda descalificado.

Desde los primeros años, al niño se le educa más para «tener» que para «ser». Lo que interesa es que se capacite para que el día de mañana «tenga» una posición, unos ingresos, un nombre, una seguridad. Así, casi inconscientemente, preparamos a las nuevas generaciones para la competencia y la rivalidad.

Vivimos en un modelo de sociedad que fácilmente empobrece a las personas. La demanda de afecto, ternura y amistad que late en todo ser humano es atendida con objetos. La comunicación queda sustituida por la posesión de cosas.

Las personas se acostumbran a valorarse a sí mismas por lo que poseen. Y, de esta manera, corren el riesgo de irse incapacitando para el amor, la ternura, el servicio generoso, la ayuda solidaria, el sentido gratuito de la vida. Esta sociedad no ayuda a crecer en amistad, solidaridad y preocupación por los derechos del otro.

Por eso cobra especial relieve en nuestros días la invitación de Jesús a valorar a la persona desde su capacidad de servicio y solidaridad. La grandeza de una vida se mide en último término no por los conocimientos que posee, ni por los bienes que ha conseguido acumular, ni por el éxito que ha podido alcanzar, sino por la capacidad de servir y ayudar a otros a vivir de manera más humana.

Cuántas gentes humildes, como la viuda del evangelio, aportan más a la humanización de nuestra sociedad con su vida sencilla de solidaridad y ayuda generosa a los necesitados que muchos protagonistas de la vida social, política o religiosa, hábiles defensores de sus intereses, su protagonismo y su posición.

José Antonio Pagola



sábado, 2 de noviembre de 2024

Lo primero de todo

 


Hay pocas experiencias cristianas más gozosas que la de encontrarnos de pronto con una palabra de Jesús que ilumina lo más hondo de nuestro ser con una luz nueva e intensa. Así es la respuesta a aquel escriba que le pregunta: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Jesús no duda. Lo primero de todo es amar. No hay nada más decisivo que amar a Dios con todo el corazón y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. La última palabra la tiene siempre el amor. Está claro. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. La savia de la vida. El secreto último de nuestra felicidad. La clave de nuestra vida personal y social.

Es así. Personas de gran inteligencia, con asombrosa capacidad de trabajo, de una eficacia sorprendente en diversos campos de la vida, terminan siendo seres mediocres, vacíos y fríos cuando se cierran a la fraternidad y se van incapacitando para el amor, la ternura o la solidaridad.

Por el contrario, hombres y mujeres de posibilidades aparentemente muy limitadas, poco dotados para grandes éxitos, terminan con frecuencia irradiando una vida auténtica a su alrededor sencillamente porque se arriesgan a renunciar a sus intereses egoístas y son capaces de vivir con atenta generosidad hacia los demás.

Lo creamos o no, día a día vamos construyendo en cada uno de nosotros un pequeño monstruo de egoísmo, frialdad e insensibilidad hacia los otros o un pequeño prodigio de ternura, fraternidad y solidaridad con los necesitados. ¿Quién nos podrá librar de esa increíble pereza para amar con generosidad y de ese egoísmo que anida en el fondo de nuestro ser?

El amor no se improvisa, ni se inventa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se acoge, se aprende y se contagia. Una mayor atención al amor de Dios revelado en Jesús, una escucha más honda del evangelio y una apertura mayor a su Espíritu pueden hacer brotar poco a poco de nuestro ser posibilidades de amor que hoy ni sospechamos.

José Antonio Pagola