martes, 31 de diciembre de 2024

María, Madre de Dios

 


Seguimos en tiempo de Navidad, estrenando un Año Santo de gracia para fortalecer y compartir la Esperanza.

El Jubileo de 2025, según el Papa Francisco, podrá ser un signo de Renacimiento, y de Confianza, de Paz y bendiciones para todos, como Peregrinos de Esperanza, pero sin perder de vista tantos vacíos y sufrimientos de nuestro mundo, que sólo puede llenar Dios. Hay un hueco con forma de Dios en el corazón humano, que sólo lo puede llenar Él.

Pablo VI, con la Fiesta de María, Madre de Dios, puso de manifiesto el vínculo del Nacimiento de Cristo con la Maternidad de María. Desde María, Madre de Dios, contemplamos hoy el Misterio central del Nacimiento del Verbo, en la humildad de nuestra carne, con el deseo de hacerlo nuestro como ella.

María es conocida por todos como la Madre de Jesús, pero ¿cómo es que la Iglesia católica le dio el título de Madre de Dios?. Porque en ella la Palabra se hizo Carne y acampo entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la Paz, cuyo nombre, Salvador, está por encima de todo otro nombre.

Esta Fiesta de María, Madre de Dios, nos ayuda a acoger hoy la Palabra como ella en el corazón, y entregarla hecha vida en la fe. El Hijo de Dios se hizo hombre naciendo como todos, de una mujer, marcado por la fragilidad y la debilidad inherentes a toda carne, que Jesús hizo suyos. Por eso, El es el ancla de nuestra esperanza.

Fray José Antonio Segovia O.P


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sábado, 28 de diciembre de 2024

La Sagrada Familia

 

Retablo de la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza


En el medio de una ciudad devastada, esta parroquia de Gaza es una luz y, a pesar de la guerra, sigue siendo un refugio físico y espiritual para cientos de personas que son acogidas  como familia.

Desde su parroquia en Gaza, el padre Gabriel Romanelli envía este mensaje, un motivo de reflexión en este domingo de la Sagrada Familia.

"Desgraciadamente no es la primera guerra que vivimos aquí, pero ciertamente es la más dura, durísima. Entonces empezaron a llegar a la parroquia familias enteras para refugiarse. Llegamos a tener unas 700 personas refugiadas. Ahora somos aquí un poco menos de 500 personas viviendo noche y día.

Tenemos niños, adolescentes y ancianos con discapacidad cuidados por las hermanas de la Madre Teresa, que profesan la fe musulmana y están en la parroquia. Son 58 personas postradas, cuidadas por el trabajo heroico de las Misioneras de la Caridad y voluntarios. Y el resto son familias cristianas. 

En medio de tanto sufrimiento tenemos que ser como esa bondad del Padre celestial en el mundo. Uno tiene que tragarse las lágrimas y tratar de ser un signo de esperanza para todos, para cristianos y no cristianos, para dar un testimonio de que es posible vivir juntos. No es fácil, pero es posible". 

Que este espíritu de acogida, sin importar raza, religión, nacionalidad, sea el que vivamos en nuestras familias. En estos momentos de enfrentamientos y rupturas, hemos de trabajar por engendrar vida plena. Los cristianos tenemos la obligación de trabajar por la fraternidad y la paz. Hemos de transformar las estructuras, crear puentes y no muros, iluminar el pensamiento y acercar a los demás la novedad del Evangelio.




  

lunes, 23 de diciembre de 2024

Feliz Navidad

 


No es Feliz como "sin problemas".
Ni que la vida sea fácil, ni vivir una quimera.
La dicha no es vegetar en un jardín hermoso
donde cada fruto es exquisito y hay aroma de júbilo.
Que todo eso son visiones de falsos profetas
o miradas de ave de paso,
que sobrevuela la tierra sin llegar a posarse en el suelo de lo concreto.

Feliz Navidad, es la alegría asustada de la mujer que arriesga,
y la confianza serena del receptor de la promesa.
Es el entusiasmo incierto de los peregrinos en ruta,
tras una estrella.
Es la emoción humilde de los excluidos,
testigos hoy del milagro.

Y es el gozo lúcido de Dios encarnado en niño,
cuando empieza a vaciarse por completo.
Esa fiesta celebramos,
esa historia compartimos,
esa promesa anhelamos:

Feliz Navidad.

José María Rodríguez Olaizola, sj


viernes, 20 de diciembre de 2024

IV Domingo de Adviento

 


Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir junto a quien puede estar necesitando nuestra presencia. Ese es el primer gesto de María después de acoger con fe la misión de ser madre del Salvador. Ponerse en camino y marchar aprisa junto a otra mujer que necesita en esos momentos su ayuda.

Hay una manera de amar que hemos de recuperar en nuestros días, y que consiste en «acompañar a vivir» a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad o, sencillamente, vacío de alegría y esperanza.

Estamos consolidando, entre todos, una sociedad hecha solo para los fuertes, los agraciados, los jóvenes, los sanos y los que son capaces de gozar y disfrutar de la vida. Procuramos rodearnos de personas sin problemas que pongan en peligro nuestro bienestar, y logramos vivir «bastante satisfechos».

Solo que así no es posible experimentar la alegría de contagiar y dar vida. Se explica que muchos, aun habiendo logrado un nivel elevado de bienestar, tengan la impresión de que la vida se les está escapando aburridamente entre las manos.

El que cree en la encarnación de Dios, que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.

No se trata de hacer «cosas grandes». Quizá, sencillamente, ofrecer nuestra amistad a ese vecino hundido en la soledad, estar cerca de ese joven que sufre depresión, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro de ese niño triste marcado por la separación de sus padres…

Este amor que nos lleva a compartir las cargas y el peso que tiene que soportar el hermano es un amor «salvador», porque libera de la soledad e introduce una esperanza nueva en quien sufre, pues se siente acompañado en su aflicción.

José Antonio Pagola



sábado, 14 de diciembre de 2024

III Domingo de Adviento

 


A pesar de toda la información que ofrecen los medios de comunicación se nos hace difícil tomar conciencia de que vivimos en una especie de «isla de la abundancia», en medio de un mundo en el que más de un tercio de la humanidad vive en la miseria. Sin embargo, basta volar unas horas en cualquier dirección para encontrarnos con el hambre y la destrucción.

Esta situación solo tiene un nombre: injusticia. Y solo admite una explicación: inconsciencia. ¿Cómo nos podemos sentir humanos cuando a pocos kilómetros de nosotros hay seres humanos que no tienen casa ni terreno alguno para vivir; hombres y mujeres que pasan el día buscando algo que comer; niños que no podrán ya superar la desnutrición?

Nuestra primera reacción suele ser casi siempre la misma: «Pero nosotros, qué podemos hacer ante tanta miseria?». Mientras nos hacemos preguntas de este género nos sentimos más o menos tranquilos. Y vienen las justificaciones de siempre: no es fácil establecer un orden internacional más justo; hay que respetar la autonomía de cada país; es difícil asegurar cauces eficaces para distribuir alimentos; más aún movilizar a un país para que salga de la miseria.

Pero todo esto se viene abajo cuando escuchamos una respuesta directa, clara y práctica, como la que reciben del Bautista quienes le preguntan qué deben hacer para «preparar el camino al Señor». El profeta del desierto les responde con genial simplicidad: «El que tenga dos túnicas que dé una a quien no tiene ninguna; y el que tiene para comer que haga lo mismo».

Aquí se terminan todas nuestras teorías y justificaciones. ¿Qué podemos hacer? Sencillamente no acaparar más de lo que necesitamos mientras haya pueblos que lo necesitan para vivir. No seguir desarrollando sin límites nuestro bienestar olvidando a quienes mueren de hambre. El verdadero progreso no consiste en que una minoría alcance un bienestar material cada vez mayor, sino en que la humanidad entera viva con más dignidad y menos sufrimiento.

J.A. Pagola



sábado, 7 de diciembre de 2024

II Domingo de Adviento

   


El Adviento, tiempo de espera y esperanza, nos convoca con fuerza a preparar el camino al Señor que se acerca a compartir historia y destino con todos nosotros.

Este segundo domingo de Adviento está presidido por la figura de María.

De ella siempre nos viene la misma invitación: “Haced lo que Él os diga”. Hoy Jesús nos habla a través de ella. De su ser libre de todo mal; de su disponibilidad plena al proyecto del Padre; de la belleza, de la armonía, de la luminosidad que desprende su persona, y que enciende nuestra vida en gratitud, esperanza y coraje. 

Vivamos hoy muy atentos a la escucha de estos mensajes, al compromiso al que nos instan y al desbordante gozo que de ellos dimana.

Fr. César Valero Bajo O.P