Las angustias, los miedos y las
ansiedades por la vida personal o por lo que ocurre en el mundo de hoy pesan
«como piedras» y llevan al desánimo; las preocupaciones «agobian el corazón» y
llevan a encerrarse en uno mismo. Pero haciendo espacio a Jesús es posible
«redescubrir la esperanza», especialmente en el tiempo que nos prepara a la
Navidad. Siempre hay una palabra de esperanza, como dijo Jesús a sus discípulos: «Levantaos y alzad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación»
La preocupación del Maestro es que sus corazones
no se agobien y que esperen con vigilancia la venida del Hijo del hombre. La
invitación de Jesús es ésta: levantar la cabeza y mantener el corazón ligero y
despierto.
Mirar al cielo para comprender las cosas de la
tierra
De hecho, muchos de los
contemporáneos de Jesús, ante los «acontecimientos catastróficos que ven
suceder a su alrededor -persecuciones, conflictos, catástrofes naturales- se
sienten embargados por la angustia y piensan que se acerca el fin del mundo» y
«sus corazones están agobiados por el miedo».
Jesús, sin embargo, pretende «liberarlos de las
angustias actuales y de las falsas convicciones», indicándoles cómo estar
«despiertos en el corazón», cómo leer los acontecimientos a partir del plan de
Dios, que «obra la salvación» incluso dentro de «los acontecimientos más
dramáticos de la historia». Por eso, explica, les sugiere «dirigirla mirada al
Cielo para comprender las cosas de la tierra».
El amor de Dios que salva en todo momento
Todos nosotros, en tantos momentos de la vida, nos
preguntamos: cómo hacer para tener un corazón “ligero”, despierto y libre. Un
corazón que no se deja aplastar por la tristeza.
Jesús nos invita “a confiar
en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de
nuestra existencia, a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza” y
añade:
Preguntémonos, pues: ¿está mi corazón agobiado por
el miedo, las preocupaciones, las angustias por el futuro? ¿Sé mirar los
acontecimientos cotidianos y las vicisitudes de la historia con los ojos de
Dios, en la oración, con un horizonte más amplio? ¿O me dejo vencer por el
abatimiento?
Que este tiempo de Adviento sea una ocasión
preciosa para levantar la mirada hacia Él, que aligera el corazón y nos
sostiene en el camino.
Francisco