Hoy, después de más de dos meses de confinamiento hemos podido celebrar juntos la Eucaristía del domingo. Aunque todavía temerosos y asustados, con muchas precauciones y sin poder expresarnos abiertamente. Como los Apóstoles antes de Pentecostés, también nosotros esperamos al Espíritu para que vivifique y fortalezca la vida de nuestra Comunidad.
Este Espíritu que, como nos recuerda J.A. Pagola, no hay que confundir con una doctrina, que no se encuentra en los libros de los teólogos ni en los documentos del magisterio. Según la promesa de Jesús, «vive con nosotros y está en nosotros». Lo escuchamos en nuestro interior y resplandece en la vida de quien sigue los pasos de Jesús de manera humilde, confiada y fiel.
Como nos dice el Evangelio de hoy, este Espíritu «está siempre con nosotros». Sigue siempre vivo en el mundo. Si lo acogemos en nuestra vida, no nos sentiremos huérfanos ni desamparados.