lunes, 11 de enero de 2021

Discípulos

 
Entramos en el Tiempo Ordinario. Jesús busca discípulos. Nos está buscando.
 

En torno a Jesús se van reuniendo un grupo de discípulos. A través de algunos verbos significativos, los evangelistas presentan sus acciones: oyen, siguen, preguntan...

 

El Maestro es el centro al que se dirigen todas esas acciones y se muestra sensible a lo que hacen quienes le buscan: ve que lo siguen, pregunta, responde. 

 

Lo importante es escuchar la voz de Jesús y disponerse para el encuentro personal con Él. Solo así podremos convertirnos en sus discípulos y convertirnos en mediadores, para otros, del encuentro transformador.

 

Gracias por las personas que nos ayudaron a conocer mejor a Jesús, a profundizar y madurar en la fe. Que no dejemos nunca, Señor, de buscarte y de hablar a otros de lo que Tú has hecho por nosotros.    





 

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sábado, 9 de enero de 2021

Tú eres mi hijo amado


Los cielos se abren y Dios Padre se manifiesta plenamente en Jesús: “Tú eres mi Hijo amado”.

Jesús se une a la multitud y asume nuestra condición humana. El Espíritu Santo desciende sobre Él y comienza una nueva creación.

Así Jesús, en su abajamiento, se sumerge en nuestras profundidades, en nuestras raíces humanas y en nuestros sentimientos, en nuestros deseos banales, necesidades, pérdidas y carencias de amor, para darles un sentido nuevo, trascendente, para transformar nuestros corazones y llevarlos a la plenitud de hijos de Dios.

El Espíritu de Dios nos conduce a vivir en Él todas las dificultades y tristezas y, también, los gozos y alegrías que estamos viviendo, con un sentido profundo, sabiendo que Jesús es todo nuestro bien y nuestra salvación plena. 



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martes, 5 de enero de 2021

Nuestra incapacidad para adorar

 


El hombre actual ha quedado en gran medida atrofiado para descubrir a Dios.  Cuando nuestra vida está movida exclusivamente por intereses egoístas de beneficio o ganancia, algo se seca en nuestro corazón.

Muchos viven hoy un estilo de vida que los abruma y empobrece. Envejecidos prematuramente, endurecidos por dentro, sin capacidad de abrirse a Dios por ningún resquicio de su existencia, caminan por la vida sin la compañía interior de nadie.

El teólogo Alfred Delp, ejecutado por los nazis, veía en este «endurecimiento interior» el mayor peligro para el hombre moderno: «Así el hombre deja de alzar hacia las estrellas las manos de su ser. La incapacidad del hombre actual para adorar, amar y venerar tiene su causa en su desmedida ambición y en el endurecimiento de su existencia».

Esta incapacidad para adorar a Dios se ha apoderado también de muchos creyentes, que solo buscan un «Dios útil». Solo les interesa un Dios que sirva para sus proyectos individualistas. Dios queda así convertido en un «artículo de consumo» del que disponer según nuestras conveniencias e intereses. Pero Dios es otra cosa. Dios es Amor infinito, encarnado en nuestra propia existencia. Y, ante ese Dios, lo primero es la adoración, el júbilo, la acción de gracias.

Cuando se olvida esto, el cristianismo corre el peligro de convertirse en un esfuerzo gigantesco de humanización, y la Iglesia en una institución siempre tensa, siempre agobiada, siempre con la sensación de no lograr el éxito moral por el que lucha y se esfuerza.

Sin embargo, la fe cristiana es, antes que nada, descubrimiento de la bondad de Dios, experiencia agradecida de que solo él salva: el gesto de los magos ante el Niño de Belén expresa la actitud primera de todo creyente ante Dios hecho hombre.

Dios existe. Está ahí, en el fondo de nuestra vida. Somos acogidos por él. No estamos perdidos en medio del universo. Podemos vivir con confianza. Ante un Dios del que solo sabemos que es Amor no cabe sino el gozo, la adoración y la acción de gracias.

José Antonio Pagola

 

 

 

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