sábado, 1 de enero de 2022

Año Nuevo, Esperanza Nueva



Justo el octavo día después de Navidad, venimos de nuevo a la gruta de los pastores de Belén, o a la humilde casa del carpintero de Nazaret. Venimos a celebrar el Año Nuevo junto al niño Jesús recién nacido y acudimos a él en busca de un rayo de luz, para que el año nuevo no se nos quede viejo y apagado nada más nacer.

 Nosotros celebramos este nuevo año mirando a un recién nacido. Mirando a un niño pequeño y a su madre.  No aparece ante nosotros ninguna gran estrella, ninguna señal resplandeciente del cielo. No, sólo un pequeño brillo en los ojos de un niño recién nacido.

Esos ojos se llaman Jesús, y nos aman, y los amamos, y en ellos hallamos la luz. En esos ojos nos vemos reflejados, y esos ojos nos reflejan el mundo entero. Esos ojos de niño revelan la debilidad, la impotencia, la súplica y la bondad herida de todos los seres.

Esos ojos se llaman "Jesús", el nombre de Dios: "Dios es salvador", Dios es sol de amor, Dios es misterio de bondad. En el fondo sin límite de esos ojos vislumbramos los ojos de Dios mirándonos a todos con ternura. Dios nos mira con los ojos de Jesús, y la mirada de Dios ilumina nuestras muchas oscuridades, y una lucecita se nos enciende dentro, y vemos cómo se encienden en el mundo otras muchas lucecitas.

Y en medio de la noche nace el año nuevo, y tal vez también un rayito de esperanza y algo más de bondad en nuestro corazón de carne.

Así queremos empezar este nuevo año. Queremos mirar y saludar y felicitar a todo el mundo encendido de lucecitas en los ojos de Jesús. ¡Feliz Año Nuevo a todos y a todas! ¡Paz y bien! ¡La bendición de Dios siempre nueva, siempre plena, a todos los seres!

No sabemos lo que traerá el año que empieza pero no podrá privarnos del bien y de la paz de Dios. El año que ha terminado ha tenido muchas sombras, pero no nos ha apagado la luz encendida en los ojos de Jesús, y en la tierra se han encendido otras muchas lucecitas. Confiemos en todas esas pequeñas luces, confiemos en la buena luz divina que se esconde en el corazón de todos los seres.

Quizá nos pueden parecen unas luces demasiado pequeñas para iluminar tantas sombras. Nos pueden parecer unos signos demasiado humildes para felicitar y hacer votos por el nuevo año. Hagamos como los pastores: fueron y vieron los ojos de Dios en los ojos de Jesús y se volvieron, para encender la luz de los ojos de Dios en medio de la noche.

Con todas nuestras sombras, los ojos de un niño pequeño pintan el uno de enero con colores de fiesta. ¡Celebremos el Año Nuevo! ¡Seamos felices! ¡Que todos los seres sean felices!  

José Arregi