22.12.25

Navidad

 


Ante el pesebre pedimos que cesen tantas formas de creciente violencia, causa de indecibles sufrimientos; que se apaguen tantos focos de tensión, que se consolide la voluntad de buscar soluciones pacíficas, respetuosas de las legítimas aspiraciones de los hombres y de los pueblos.


Niño de Belén, Profeta de paz, alienta las iniciativas de diálogo y de reconciliación,
apoya los esfuerzos de paz que aunque tímidos, pero llenos de esperanza, se están haciendo actualmente por un presente y un futuro más sereno para tantos hermanos y hermanas nuestros en el mundo.

¡Por doquier se ve la necesidad de paz! Tú, que eres el Príncipe de la verdadera paz, ayúdanos a comprender que la única vía para construirla es huir horrorizados del mal y buscar siempre y con valentía el bien.

¡Hombres de buena voluntad de todos los pueblos de la tierra, venid con confianza al pesebre del Salvador!

Llegad para encontraros con Aquél que viene para enseñarnos el camino de la verdad, de la paz y del amor.

S. Juan Pablo II



14.12.25

La Luz de Belén

La Luz de la Paz de Belén se encuentra ya en Asturias para ser repartida.

Los miembros de los Scouts católicos de nuestra diócesis fueron hasta Linz (Austria) para recoger la Luz de Belén que se repartió este domingo en la Catedral. La diócesis asturiana es la encargada de distribuir por todo el país esta luz que llega desde Belén. Un símbolo de pazesperanza y solidaridad que recorrerá hospitales, residencias, parroquias y centros educativos.

Este gesto simbólico, organizado por los scouts, tiene como objetivo compartir la esperanza y la luz que emanan del lugar donde nació Jesús.

A esta celebración acudió el grupo de Postcomunión de nuestra Parroquia, invitados por el grupo scout de Avilés.

 


28.11.25

Adviento

 


En Adviento, miremos a Jesús que aligera el corazón y nos sostiene en el camino.

Las angustias, los miedos y las ansiedades por la vida personal o por lo que ocurre en el mundo de hoy pesan «como piedras» y llevan al desánimo; las preocupaciones «agobian el corazón» y llevan a encerrarse en uno mismo. Pero haciendo espacio a Jesús es posible «redescubrir la esperanza», especialmente en el tiempo que nos prepara a la Navidad. Siempre hay una palabra de esperanza, como dijo Jesús a sus discípulos:  «Levantaos y alzad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación»

La preocupación del Maestro es que sus corazones no se agobien y que esperen con vigilancia la venida del Hijo del hombre. La invitación de Jesús es ésta: levantar la cabeza y mantener el corazón ligero y despierto.
Mirar al cielo para comprender las cosas de la tierra

De hecho, muchos de los contemporáneos de Jesús, ante los «acontecimientos catastróficos que ven suceder a su alrededor -persecuciones, conflictos, catástrofes naturales- se sienten embargados por la angustia y piensan que se acerca el fin del mundo» y «sus corazones están agobiados por el miedo».

Jesús, sin embargo, pretende «liberarlos de las angustias actuales y de las falsas convicciones», indicándoles cómo estar «despiertos en el corazón», cómo leer los acontecimientos a partir del plan de Dios, que «obra la salvación» incluso dentro de «los acontecimientos más dramáticos de la historia». Por eso, explica, les sugiere «dirigirla mirada al Cielo para comprender las cosas de la tierra».
El amor de Dios que salva en todo momento

Todos nosotros, en tantos momentos de la vida, nos preguntamos: cómo hacer para tener un corazón “ligero”, despierto y libre. Un corazón que no se deja aplastar por la tristeza.


Jesús nos invita “a confiar en su amor que nos quiere salvar y que se hace cercano en cada situación de nuestra existencia, a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza” y añade:


Preguntémonos, pues: ¿está mi corazón agobiado por el miedo, las preocupaciones, las angustias por el futuro? ¿Sé mirar los acontecimientos cotidianos y las vicisitudes de la historia con los ojos de Dios, en la oración, con un horizonte más amplio? ¿O me dejo vencer por el abatimiento?

Que este tiempo de Adviento sea una ocasión preciosa para levantar la mirada hacia Él, que aligera el corazón y nos sostiene en el camino.


Francisco





21.11.25

Jesucristo, Rey del universo


 

Lucas describe con acentos trágicos la agonía de Jesús en medio de las burlas y bromas de quienes lo rodean. Nadie parece entender su entrega. Nadie ha captado su amor a los últimos. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios al ser humano.


Desde una cierta distancia, las «autoridades» religiosas y el «pueblo» se burlan de Jesús haciendo «muecas»: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si es el Mesías». Los soldados de Pilato, al verlo sediento, le ofrecen un vino avinagrado, muy popular entre ellos, mientras se ríen de él: «Si tú eres rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Lo mismo le dice uno de los delincuentes, crucificado junto a él: «¿No eres el Mesías? Pues sálvate a ti mismo».

Hasta tres veces repite Lucas la burla: «Sálvate a ti mismo». ¿Qué «Mesías» puede ser este si no tiene poder para salvarse? ¿Qué clase de «Rey» puede ser? ¿Cómo va a salvar a su pueblo de la opresión de Roma si no puede escapar de los cuatro soldados que vigilan su agonía? ¿Cómo va a estar Dios de su parte si no interviene para liberarlo?

De pronto, en medio de tanta burla, una invocación: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Es el otro delincuente, que reconoce la inocencia de Jesús, confiesa su culpa y, lleno de confianza en el perdón de Dios, solo pide a Jesús que se acuerde él. Jesús le responde de inmediato: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Ahora están los dos agonizando, unidos en el desamparo y la impotencia. Pero hoy mismo estarán los dos juntos disfrutando de la vida del Padre.

¿Qué sería de nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos dejara hundidos en nuestro pecado y en nuestra impotencia ante la muerte?

Hay quienes también hoy se burlan del Crucificado. No saben lo que hacen. No lo harían con Martin Luther King. Se están burlando del hombre más humano que ha dado la historia. ¿Cuál es la postura más digna ante ese Crucificado, encarnación suprema de la cercanía de Dios al sufrimiento del mundo, burlarnos de él o invocarlo?



José Antonio Pagola

14.11.25

Domingo 33 Tiempo ordinario

 



No podemos menos de tener cuidado cuando nos adentramos en el sentido de un texto como el Evangelio de este domingo.

De hecho, el fin del mundo y de la historia, que en algunos círculos cristianos surgía de vez en cuando, no se ha llevado a cabo. Es seguro que Jesús nunca se definió por un fin del mundo y de la historia con la llegada del reinado de Dios. 

No era un iluso, aunque fuera un “profeta” escatológico. Pero con ello hay que entender que algo nuevo y “definitivo” estaba surgiendo con su llamada a la conversión y a buscar a Dios con toda el alma y todo el corazón. Porque los reinos de este mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero el Reino de Dios al que él le dedica su vida, nos trae la justicia y la paz. 

Si no es así es porque los poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán en conflicto con los que dominan en el mundo. 

En el caso de Lucas, el discurso prepara a los cristianos, no para el fin del mundo, sino para estar dispuestos a la persecución y a la lucha si en verdad son fieles al mensaje de profeta de Galilea. Por ello hay que mantenerse “vigilantes”, pero no por catástrofes apocalípticas, sino porque el reinado de Dios es una instancia crítica que no puede aceptar en muchas ambientes de este mundo.


Dominicos

 

  El sábado 15 de noviembre recibieron el sacramento de la Confirmación tres chicos y una chica de nuestra Parroquia. Fue un acontecimiento importante para nuestra Comunidad. 

Durante la celebración, participaron activamente en la liturgia y fueron confirmados por el vicario que les animó a crecer en la fe y a ser testimonio de vida cristiana. 

La ceremonia culminó con la felicitación de sus familiares y catequista.

 

 




7.11.25

Domingo 32 Tiempo Ordinario



El relato de la expulsión de los vendedores del templo es la propuesta de Jesús de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente espiritual.

El evangelio de Juan nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras. Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma. Esta es una escena que no debemos permitir se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra "religión" sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. 

Es la condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad, que se ha dado siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías había clamado contra el templo, porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar muchas cosas. Ahora Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios, no sea una religión de vida sino de vacío. Por eso mismo, no está condenado el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y después no tenga incidencia en la vida.

Se está anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el "cuerpo" del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio, Jesús se jugó su vida en "nombre de Dios" y le aplicaron la ley también "en nombre de Dios". ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se apela a la resurrección ("en tres días lo levantaré”) está claro que era el Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley. Esta es una diferencia teológica incuestionable, porque si Dios ha resucitado a Jesús es porque no podía asumir esa muerte injusta. Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres seguimos prefiriendo el Dios de la ley, y la religión del templo y de los sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida.


Dominicos



31.10.25

Domingo 31 del Tiempo ordinario

 


“También nosotros andemos en una vida nueva”

No faltan cristianos con cara de cuaresma pensando en un juicio final. Olvidan que el Dios, ese juez implacable que se imaginan, se ha revelado ya en Jesucristo como Padre de la misericordia que no sabe más que amar.

El juicio final sobre nuestra existencia en la tierra lo vamos dando cada uno mientras caminamos en el tiempo: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme”.

Hoy celebramos el camino que recorrieron nuestros difuntos tratando de seguir esa conducta y nuestra confianza en Dios, revelado en Jesucristo, cuyo poder se manifiesta en la misericordia.

 Dominicos.org




25.10.25

Domingo 30 Tiempo ordinario



Hay una frase de Jesús que sin duda refleja una convicción y un estilo de actuar que sorprendieron y escandalizaron a sus contemporáneos: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». El dato es histórico: Jesús no se dirigió a los sectores piadosos, sino a los indignos e indeseables.

La razón es sencilla. Jesús capta rápidamente que su mensaje es superfluo para quienes viven seguros y satisfechos en su propia religión. Los «justos» apenas tienen sensación de estar necesitados de «salvación». Les basta la tranquilidad que proporciona sentirse dignos ante Dios y ante la consideración de los demás.

Lo dice gráficamente Jesús: a un individuo lleno de salud y fortaleza no se le ocurre acudir al médico. ¿Para qué necesitan el perdón de Dios los que, en el fondo de su ser, se sienten inocentes?, ¿cómo van a agradecer su amor inmenso y su comprensión inagotable quienes se sienten «protegidos» ante él por la observancia escrupulosa de sus leyes?

El que se siente pecador vive una experiencia diferente. Tiene conciencia clara de su miseria. Sabe que no puede presentarse con suficiente dignidad ante nadie; tampoco ante Dios; ni siquiera ante sí mismo. ¿Qué puede hacer sino esperarlo todo del perdón de Dios? ¿Dónde va a encontrar salvación si no es abandonándose confiadamente a su amor infinito?

Yo no sé quién puede llegar a leer estas líneas. En estos momentos pienso en los que os sentís incapaces de vivir de acuerdo con las normas que impone la sociedad; los que no tenéis fuerzas para vivir el ideal moral que establece la religión; los que estáis atrapados en una vida indigna; los que no os atrevéis a mirar a los ojos a vuestra esposa ni a vuestros hijos; los que salís de la cárcel para volver de nuevo a ella; las que no podéis escapar de la prostitución… No lo olvidéis nunca: Jesús ha venido para vosotros.

Cuando os veáis juzgados por la Ley, sentíos comprendidos por Dios; cuando os veáis rechazados por la sociedad, sabed que Dios os acoge; cuando nadie os perdone vuestra indignidad, sentid el perdón inagotable de Dios. No lo merecéis. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón. Vosotros lo podéis disfrutar y agradecer. No lo olvidéis nunca: según Jesús, solo salió limpio del templo aquel publicano que se golpeaba el pecho diciendo: «¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador».

José Antonio Pagola



17.10.25

Domingo 29 Tiempo ordinario

 


La parábola es breve y se entiende bien. Ocupan la escena dos personajes que viven en la misma ciudad. Un «juez» al que le faltan dos actitudes consideradas básicas en Israel para ser humano. «No teme a Dios» y «no le importan las personas». Es un hombre sordo a la voz de Dios e indiferente al sufrimiento de los oprimidos.

La «viuda» es una mujer sola, privada de un esposo que la proteja y sin apoyo social alguno. En la tradición bíblica, estas «viudas» son, junto con los huérfanos y los extranjeros, el símbolo de las gentes más indefensas. Los más pobres de los pobres.

La mujer no puede hacer otra cosa sino presionar, moverse una y otra vez para reclamar sus derechos, sin resignarse a los abusos de su «adversario». Toda su vida se convierte en un grito: «Hazme justicia».

Durante un tiempo, el juez no reacciona. No se deja conmover; no quiere atender aquel grito incesante. Después reflexiona y decide actuar. No por compasión ni por justicia. Sencillamente para evitarse molestias y para que las cosas no vayan a más.

Si un juez tan mezquino y egoísta termina haciendo justicia a esta viuda, Dios, que es un Padre compasivo, atento a los más indefensos, «¿no hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche?».

La parábola encierra antes que nada un mensaje de confianza. Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura. Pero ¿no tarda demasiado?

De ahí la pregunta inquietante del evangelio. Hemos de confiar; hemos de invocar a Dios de manera incesante y sin desanimarnos; hemos de «gritarle» que haga justicia a los que nadie defiende. Pero, «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

¿Es nuestra oración un grito a Dios pidiendo justicia para los pobres del mundo o la hemos sustituido por otra, llena de nuestro propio yo? ¿Resuena en nuestra liturgia el clamor de los que sufren o nuestro deseo de un bienestar siempre mejor y más seguro?

José Antonio Pagola

10.10.25

Domingo 28 Tiempo ordinario


VIDA AGRADECIDA

Hay quienes caminan por la vida con aire triste y amargado. Su mirada se fija siempre en lo desalentador. No tienen ojos para ver que, a pesar de todo, lo bueno abunda más que lo malo. No saben apreciar tantos gestos nobles, hermosos y admirables que suceden todos los días en cualquier parte del mundo. Tal vez lo ven todo oscuro porque proyectan sobre las cosas su propia oscuridad.

Otros viven siempre en actitud crítica. Se pasan la vida observando lo negativo que hay a su alrededor. Nada escapa a su juicio. Se consideran personas lúcidas, perspicaces y objetivas. Sin embargo nunca alaban, admiran o agradecen. Lo suyo es destacar el mal y condenar.

Otros hacen el recorrido de la vida indiferentes a todo. Solo tienen ojos para lo que sirve a sus propios intereses. No se dejan sorprender por nada gratuito, no se dejan querer ni bendecir por nadie. Encerrados en su mundo, bastante tienen con defender su pequeño bienestar cada vez más triste y egoísta. De su corazón no brota nunca el agradecimiento.

Muchos viven de manera monótona y aburrida. Su vida es pura repetición: el mismo horario, el mismo trabajo, las mismas personas, la misma conversación. Nunca descubren un paisaje nuevo en sus vidas. Nunca estrenan día nuevo. Nunca les sucede algo diferente que renueve su espíritu. No saben amar de manera nueva a las personas. Su corazón no conoce la alabanza.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas. Cuando san Pablo dice que «hemos sido creados para alabar la gloria de Dios», está diciendo cuál es el sentido y la razón más profunda de nuestra existencia. En el episodio narrado por Lucas, Jesús se extraña de que solo uno de los leprosos vuelva «dando gracias» y «alabando a Dios». Es el único que ha sabido sorprenderse por la curación y reconocerse agraciado.

José Antonio Pagola

4.10.25

Domingo 27 Tiempo ordinario

 



«Auméntanos la fe». Así le piden los apóstoles a Jesús: «Añádenos más fe a la que ya tenemos». Sienten que la fe que viven desde niños dentro de Israel es insuficiente. A esa fe tradicional han de añadirle «algo más» para seguir a Jesús. ¿Y quién mejor que él para darles lo que falta a su fe?

Jesús les responde con un dicho un tanto enigmático: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esta morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería». Los discípulos le están pidiendo una nueva dosis de fe, pero lo que necesitan no es eso. Su problema consiste en que la fe auténtica que hay en su corazón no llega ni a «un granito de mostaza».

Jesús les viene a decir: lo importante no es la cantidad de fe, sino la calidad. Que cuidéis dentro de vuestro corazón una fe viva, fuerte y eficaz. Para entendernos, una fe capaz de «arrancar» árboles como la higuera o sicómoro, símbolo de solidez y estabilidad, para «plantarlo» en medio del lago de Galilea.

Lo primero que necesitamos hoy los cristianos no es «aumentar» nuestra fe en toda la doctrina que hemos ido formulando a lo largo de los siglos. Lo decisivo es reavivar en nosotros una fe viva y fuerte en Jesús. Lo importante no es creer cosas, sino creerle a él.

Jesús es lo mejor que tenemos en la Iglesia, y lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Por eso nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para ello necesitamos conocerlo de manera más viva y concreta, comprender mejor su proyecto, captar bien su intención de fondo, sintonizar con él, recuperar el «fuego» que él encendió en sus primeros seguidores, contagiarnos de su pasión por Dios y su compasión por los últimos. Si no es así, nuestra fe seguirá más pequeña que «un granito de mostaza». No «arrancará» árboles ni «plantará» nada nuevo.

                                                                                                               

                                                                                                                  J. A. Pagola

     


5.7.25

Recomendaciones para leer en verano

 


Algunas propuestas de lecturas para quienes buscan profundizar en el conocimiento de Dios, desean dar un paso más en su experiencia espiritual e intentan comprender y conectar con Dios en la cultura actual.


  



 





29.6.25

Festividad de San Pedro y San Pablo

 



Celebrar la solemnidad de estos santos apóstoles, Pedro y Pablo, es recordar y actualizar para todos nosotros la vinculación más directa y estrecha con el Señor Jesucristo que suponen sus vidas para nosotros como miembros de la Iglesia de hoy.

Conocemos muy bien de ellos su forma de ser, su personalidad, las luces y sombras que formaban parte de su ser y obrar. Los sentimos como muy nuestros, cercanos a nosotros en lo que significa y conlleva el hecho de ser humanos; y, a la vez, como extraordinariamente grandes y admirables. Sus trayectorias biográficas son muy distintas. Sin embargo, los dos viven y obran impulsados por el impacto del Señor Jesucristo en sus respectivas vidas. Podríamos definir las suyas como vidas cristocéntricas.

Y quisiéramos que este coraje, esta pasión, esta fuerza incansable por la causa del Señor Jesucristo, reviviera también hoy en cada uno de nosotros. Que, por su intercesión, en su fiesta, el Señor nos conceda esta gracia.



Fr. César Valero Bajo O.P.



26.5.25

Un día inolvidable

 Ayer, domingo 25 de mayo, un grupo de niños y niñas de nuestra Parroquia, después de tres curso de catequesis celebraron la Primera Comunión. 

Fue un día de gran alegría para todos.
















24.5.25

Domingo VI de Pascua


 

Jesús es realista. Ve a sus discípulos tristes y acobardados. Viven las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? Les infunde ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.


El primero es que no se olvide su mensaje, la Buena Noticia de Dios. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: «el que me ama, guardará mi palabra…». ¿Qué hacemos nosotros con el Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo manejamos según nuestros intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo reconvertimos con nuestras doctrinas?

El segundo deseo va unido al anuncio de que el Padre enviará en su nombre un Defensor. No sentirán su ausencia. El Espíritu Santo los defenderá del riesgo de desviarse de él. Les explicará mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Los educará en su estilo de vida. Los cristianos de hoy, ¿nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?

Y el tercer deseo y don es la paz. La paz de Jesús es fruto de su unión íntima con el Padre. Nacerá en el corazón de los discípulos si acogen el Espíritu. Es la paz que han de contagiar siempre y nunca perderla.


Fray José Antonio Fernández de Quevedo



17.5.25

Domingo V de Pascua

 


Jesús comparte con sus discípulos los últimos momentos antes de volver al misterio del Padre. El relato de Juan recoge cuidadosamente su testamento: lo que Jesús quiere dejar grabado para siempre en sus corazones: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado».

El evangelista Juan tiene su atención puesta en la comunidad cristiana. No está pensando en los de fuera. Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrán que querer como «amigos», porque así los ha querido Jesús: «Vosotros sois mis amigos»; «ya no os llamo siervos, a vosotros os he llamado amigos». La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad.

Esta imagen de la comunidad cristiana como «comunidad de amigos» quedó pronto olvidada. Durante muchos siglos, los cristianos se han visto a sí mismos como una «familia» donde algunos son «padres» (el papa, los obispos, los sacerdotes, los abades…); otros son «hijos» fieles, y todos han de vivir como «hermanos».

Entender así la comunidad cristiana estimula la fraternidad, pero tiene sus riesgos. En la «familia cristiana» se tiende a subrayar el lugar que le corresponde a cada uno. Se destaca lo que nos diferencia, no lo que nos une; se da mucha importancia a la autoridad, el orden, la unidad, la subordinación. Y se corre el riesgo de promover la dependencia, el infantilismo y la irresponsabilidad de muchos.

Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es superior a otro. Se respetan las diferencias, pero se cuida la cercanía y la relación.

Entre amigos es más fácil sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se va, y los que se quedan apenas lo sienten.

José Antonio Pagola

10.5.25

Domingo IV de Pascua

 


Se pueden hacer toda clase de estudios y diagnósticos. Lo cierto es que el mundo necesita hoy savia nueva para vivir. Las Iglesias andan buscando aliento y esperanza. Las muchedumbres pobres del planeta reclaman justicia y pan. Occidente ya no sabe cómo salir de esa tristeza mal disimulada que ningún bienestar logra ocultar.

El problema no es solo de cambios políticos ni de renovaciones teológicas, sino de vida. Estamos necesitados de algo parecido al «fuego» que prendió Jesús en su breve paso por la tierra: su mística, su lucidez, su pasión por el ser humano. Necesitamos personas como él, palabras como las suyas, esperanza y amor como los suyos. Necesitamos volver a Jesús.

Desde el inicio, los cristianos vieron que él podía guiar a los seres humanos. Con su conocido lenguaje, el cuarto evangelio lo presenta como el «pastor» capaz de liberar a las ovejas del aprisco donde se encuentran encerradas para «sacarlas afuera», a un país nuevo de vida y dignidad. Él marcha por delante marcando el camino a quienes lo quieren seguir.

Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios. Cada uno ha de escuchar su voz sin confundirla con la de extraños, que no son sino «ladrones» que quitan al pueblo luz y esperanza.

Esto es lo decisivo: no escuchar voces extrañas, huir de mensajes que no vienen de Galilea. Siempre que la Iglesia ha buscado renovarse se ha desencadenado una vuelta a Jesús para seguir de nuevo sus pasos. 

Pero volver a Jesús no es tarea exclusiva del papa ni de los obispos. Todos los creyentes somos responsables. Para volver a Jesús no hay que esperar ninguna orden. Francisco de Asís no esperó a que la Iglesia de su tiempo tomara no sé qué decisiones. Él mismo se convirtió al evangelio y comenzó la aventura de seguir a Jesús de verdad. ¿A qué tenemos que esperar para despertar entre nosotros una pasión nueva por el evangelio y por Jesús?

Como nos ha recordado el nuevo Papa, "sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo va delante de nosotros".



9.5.25

Habemus Papam!

 


León XIV, nuevo Papa de la Iglesia católica

El cardenal Prevost es desde ayer, 8 de mayo de 2025, el Santo Padre León XIV.


Palabras del Santo Padre 

¡La paz sea con todos vosotros!
Queridísimos hermanos y hermanas: Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, alcance a vuestras familias, a todas las personas, allí donde estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea con vosotros!

Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos incondicionalmente. ¡Todavía conservamos en nuestros oídos aquella voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía a Roma!

El Papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana del día de Pascua. Permitidme que dé continuidad a aquella misma bendición: ¡Dios nos quiere bien, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá! Estamos todos en las manos de Dios.

Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, vayamos adelante: somos discípulos de Cristo, Cristo nos precede. El mundo tiene necesidad de su luz. La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor.

Ayudaos también vosotros, los unos a los otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz.