Este es un miércoles muy especial; tiene nombre propio: Miércoles de
Ceniza, inicio de la Cuaresma.
La manera de destacar el comienzo de la Cuaresma, en la tradición
cristiana, es la imposición de la ceniza. En su origen no era una ceniza
cualquiera, sino la ceniza que salía de la combustión de los ramos y
palmas del Domingo de Ramos del año anterior.
Con los ramos con los que aclamamos al Señor entrando triunfalmente en Jerusalén, se sacaba la ceniza para tiznarnos.
Puede parecer un gesto raro eso de “echarnos ceniza”. Sin embargo, posee
sentido simbólico y pedagógico: señala una realidad de caducidad, de
humildad, de penitencia, de reconocimiento de lo que somos. Es también un gesto pedagógico
porque señala etapa y sirve para situarnos en una realidad de un tiempo
importante como es la Cuaresma.
Lo importante hoy no es la ceniza, sino que somos invitados por Dios a
conversión. Comenzamos la Cuaresma con ceniza. La terminaremos con
fuego, con agua y con luz en la Vigilia Pascual. El intermedio, un
espacio de tiempo para dejarnos empapar por la Palabra y la acción de
Dios.